Por Camila Brizuela
Fotos Mocha Celis
A pocas cuadras de la estación Federico Lacroze del subte B, en el barrio porteño de Chacarita, funcionaba la primera escuela trans en el mundo: la Mocha Celis. Ahora, frente al contexto de pandemia retoma sus clases en modo semipresencial, pero este año lo hace sin espacio físico propio.
Por un récord de inscripciones les integrantes tuvieron que dejar el edificio donde se encontraban desde 2011, sumado a que también fueron desalojades por no poder pagar el alquiler del piso que tenían. El aumento de las matrículas se debe a la aprobación del decreto nacional que establece el Cupo Laboral Travesti Trans en el sector público, y que garantiza un mínimo del 1% de la totalidad de cargos y contratos para personas del colectivo. Además de la gran visibilización que tuvo la Mocha durante el 2020 por el lanzamiento del Teje Solidario, una red de ayuda que se creó entre docentes y estudiantes para paliar las necesidades básicas del colectivo en pandemia.
Con el apoyo de algunes amigues del bachiller y de organismos que se sumaron, la Mocha logró un acuerdo con el ministro de educación Nicolás Trotta, donde se firmó un convenio con el rectorado de la UBA de Sociales para que les ceda 11 aulas de su edificio y así puedan funcionar sus burbujas, al menos en esta primera parte del año.
El espacio anterior del barrio de Chacarita era el lugar temporario de la escuela, pero la realidad es que es un colegio público de gestión social que sólo tiene reconocidos 18 sueldos docentes y 3 de gestión, cuando en la Mocha trabajan por lo menos 45 profesionales más. No se les reconoce ni el financiamiento integral ni la sede propia, a pesar de que dependen del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El espacio se sostiene gracias a la colaboración de voluntaries y personas que donan.
Este bachillerato popular es el lugar que recibe y tiene depositada la confianza de una gran cantidad de travestis y trans para terminar su secundario, por eso es que luego de la aprobación del decreto, el número de inscriptes cerró en 400, cuando el alumnado habitual era de 200 estudiantes. “Además esta escuela es mucho más que un secundario, es un proyecto que tiene equipo de psicólogues, abogades, mediques que forman una familia”, dice a Sudestada Manu Mireles, secretaria académica de la Mocha.
Viviana González es egresada de este bachillerato y aunque hoy en día ya se encuentra cursando el tercer año de la carrera de docente de lengua y literatura en el J.V. González, nunca dejó de ser parte del espacio porque es integrante de la Asociación Civil, donde participa de la toma de decisiones de la institución.
Ella describe su llegada a la Mocha como “felizmente accidental”. Viviana tuvo su transición durante la edad primaria, y una vez que terminó ese período escolar, se le negó el ingreso al secundario. Esa educación que le prohibieron gran parte de su vida la buscó siempre pero el sistema era demasiado hegemónico, blanco, religioso y exclusivamente heterosexual, lo que la llevó a la prostitución desde los 12 años.
“La bienvenida que no me dieron las aulas, me la terminaron dando los pajonales al costado de las rutas”, cuenta Viviana, situación que también le trajo episodios de cárcel y secuestros. Llegada a la cuarta década de su vida, dado a que seguía ejerciendo la prostitución necesitaba hospedarse cerca de las zonas rojas, y fue entonces que ella fue al barrio de Constitución a hacer un trámite por un plan habitacional, pero para obtener el beneficio necesitaba acceder a un par de requisitos, entre ellos existía la posibilidad de retomar los estudios. Por la edad que tenía, fue al que más se negó.
Viviana fue engañada y llevada a un lugar para recibir la supuesta aprobación de dicho plan. La persona que la llevó se sentó a hablar con un chico y dos chicas trans. “Yo pensaba que el lugar era un depósito porque estaba bastante vacío de muebles”, recuerda Viviana, pero al rato el chico le contó que eso era un colegio, quien le pidió sus datos y cuando terminó la miró y le dijo las palabras que ella nunca creyó escuchar en su vida: “bienvenida a la escuela, acá vas a empezar tu secundario, bienvenida a la Mocha Celis”.
Manu, la secretaria académica también afirma que “al principio cuando entrabas al lugar no se sabía muy bien qué era, porque parecía un galpón pero te dabas cuenta de que sí había algo especial cuando te sentabas a hablar con la gente”, dice. Tanto Viviana como muches de les compañeres coinciden en que la Mocha es el primer lugar al que une entra y te miran a los ojos, te llaman por tu nombre, y te tratan con respeto.
En el caso de Viviana, gracias a su inserción en esta escuela pudo volver a retomar sus sueños, en este lugar conoció un espacio de despatriarcalización donde no existen estereotipos radicales de heteronormas. Ella aprendió a trabajar en equipo y sobre todo conoció mucho de la pedagogía no binaria que no se suele enseñar. “Gracias al paso por el bachi pude darle un vuelco positivo a ese futuro que veía incierto y poco prometedor, fue un antes y un después en mi vida”.
Durante el 2020 se pudo realizar la cursada de forma virtual pero por grupos de WhatsApp, debido a que la gran mayoría de les estudiantes no cuentan con computadoras ni acceso a wifi. Fue muy desafiante porque si bien las clases continuaron, faltó la presencialidad para la contención grupal, ya que este proyecto implica poner el cuerpo: todos los años matan a por lo menos dos o tres de sus estudiantes, y en este sentido el apoyo y acompañamiento no se pudo reemplazar con la virtualidad. Sobre todo por la situación de vulneración de derechos y violencias que sufren las personas travestis, trans y no binaries. “Somos una escuela que ha tenido que aprender a transitar el duelo porque nuestro alumnado es constante víctima del travesticidio social”, afirma Manu.
La pandemia puso en evidencia la falta de derechos que existe en este colectivo. El 90% de les estudiantes que son travestis ejercen la prostitución y este contexto significó que se queden sin trabajo. Para este grupo de personas el decreto que prohibía los desalojos no se aplicó y la persecución policial se duplicó. En este sentido, si bien existe una ley de identidad de género, la misma no garantiza que las escuelas hoy en día sepan cómo tratar a gente trans o no binaria.
Es cierto que el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad hizo un convenio con unos Fines específicos con terminalidad educativa, además de que existe otro bachillerato similar en Tucumán, y un programa en la Universidad de Avellaneda pero es también verdad que la Mocha Celis es, por ahora, el único espacio constituido, histórico y con más alcance integral, además de que ya tiene la confianza y el reconocimiento necesario por parte del colectivo, lo que hace que se sumen nuevxs alumnes y esto demanda una respuesta por parte del Estado, en relación con el sostenimiento del espacio.
Esta semana comenzaron las clases semipresenciales del ciclo lectivo 2021 en la Mocha, gracias al acuerdo con el rectorado de la UBA de Sociales. Esto es temporal pero desde la dirección del instituto se ven obligades a aceptarlo porque si no las clases iban a empezar igual, pero esta vez en las calles. “Las travas lastimosamente aprendimos a educarnos en las calles pero elegimos salir de allí y ya no queremos volver”, dice Viviana.
Desde la Mocha exigen que se respete su derecho a las aulas y le piden al Estado que piensen y actúen con amor, con empatía y con la conciencia de que es necesario que cuenten con un espacio propio, entendiendo que el Estado necesita poder hacerse responsable de garantizar que se cumpla el cupo laboral y para eso hace falta no solamente que exista un registro único de personas travestis y trans sino que también se pueda acceder a la educación en su propia sede.
En este espacio, todas las personas que lo integran piensan las distintas formas de soñar y de creer que es posible habitar otros mundos porque según Manu, la Mocha es el mejor ejemplo de que el mundo en el que viven no es para elles, y es por eso que están haciendo las otras posibilidades que quieren. “Para mí es como el mejor sueño que podía haber tenido, aunque no lo tuve, pero que se hizo realidad, a mi me cambió la vida”, declara Manu, que es una persona no binaria. Este lugar da la oportunidad de creer, de sentir y de saber que une no está sole, que está acompañade, y que la construcción posible es colectiva.