Caleta Olivia: la ciudad sin agua que lucha por sobrevivir

Foto: Prensa Obrera

La ciudad costera de Caleta Olivia fue fundada en 1901 al norte de Santa Cruz. Es la segunda más poblada de la provincia después de Río Gallegos. Sin embargo, hasta mediados del siglo XX fue solo un pequeño pueblo. El censo de 1947 registró apenas 167 habitantes. Todo cambió tras el descubrimiento de petróleo en la región. El crecimiento demográfico para esta ciudad patagónica fue explosivo: 5700 habitantes en la década de 1950, 30.000 en la de 1990 y ya se habla de 75.000 en 2021. Lamentablemente, la inversión en infraestructura hídrica no acompañó este crecimiento y, en lugar del tan ansiado desarrollo, el consumo masivo de agua para la extracción de hidrocarburos y minerales privó a las comunidades caletenses de este bien esencial. 

Por Roberto Andrés

A las mineras y las petroleras multinacionales que contaminan el territorio nunca les ha faltado el agua. En Santa Cruz, centro minero de la Patagonia por excelencia, los distintos Gobiernos kirchneristas optaron por sacrificar este recurso elemental para la población en beneficio del extractivismo. A comienzos de año el intendente de Caleta Olivia, Fernando Cotillo, pro-minero y del mismo signo político que la gobernadora, manifestó que no hubo “mayores problemas” con el agua en la ciudad. Los testimonios que recogió Revista Sudestada lo desmienten.

“Es un trastorno crónico en la vida cotidiana”
“Sufrimos el problema desde hace décadas. En cualquier centro urbano es común que haya agua corriente. No es el caso de Caleta Olivia ni el de las demás localidades de la zona norte de Santa Cruz, en donde están asentados los principales yacimientos petroleros, como Pico Truncado y Las Heras”, dice a Revista Sudestada Omar Latini, docente y activo participante de las luchas socioambientales por el agua de la región. 
La falta de agua paraliza la ciudad, y más en tiempos de pandemia. “En lo cotidiano esto siempre es un problema, por los límites que hay para la propia higiene personal y de la casa, pero también para el desarrollo de las actividades escolares. Muchos días se han suspendido clases por la falta de agua en la ciudad. Otras veces ocurre lo mismo con las actividades culturales y deportivas. Incluso para la construcción de una vivienda hay que acarrear el agua en camiones hacia los barrios más alejados de la ciudad. Es un trastorno en la vida de carácter cotidiano”, relata Latini.
Aunque Caleta Olivia nació con el problema del agua, hasta mediados del siglo XX alcanzaba para todos. En la década de los 90, sin embargo, los problemas de abastecimiento ya eran recurrentes, por lo que se apeló a la construcción de un acueducto. Este trae el agua desde el lago Musters, en la ciudad de Sarmiento, al sur de la vecina provincia de Chubut, y abastece a Caleta Olivia, Rada Tilly y Comodoro Rivadavia. Pero ha quedado obsoleto, afirma Latini, “porque la población ha crecido mucho y el material que se utilizó no era el adecuado, y sufre pérdidas importantes”. 

Desalinizar el agua de mar
Hace una década se proyectó la construcción de una planta de tratamiento de agua para potabilizar la que viene del mar. Instalada en el acceso norte de la ciudad, la planta de desalinización por ósmosis inversa de Caleta Olivia está en funcionamiento desde hace dos años.  Es la segunda de este tipo instalada en Argentina para una población de más de ochenta mil habitantes. El diseño y la fabricación de la tecnología estuvieron a cargo de Fluence Corporation Sudamérica, y en teoría puede producir un caudal diario de hasta doce millones de litros de agua potable.
El agua de mar, con una salinidad de unos 36.000 ppm, es enviada a través de bombas de tipo sumergible a un tanque de almacenamiento con capacidad para 5000 m3. A partir de allí se la manda a un sistema de pretratamiento por membranas de ultrafiltración. Tras almacenarla en un tanque de agua ultrafiltrada y desinfectarla, se la bombea al sistema de desalinización por ósmosis inversa. El proceso sigue con el sistema de remineralización, necesario para corregir su pH a niveles que no dañen las cañerías del sistema de distribución de la ciudad. Luego, tras la cloración, el agua es traspasada mediante bombas centrífugas a un tanque de almacenaje desde donde se bombea hacia la red de consumo público.
Latini reconoce que “el rol de la planta ha sido un paliativo de carácter positivo, en el sentido de que aporta un 30 % del agua que se consume en la ciudad en los momentos en los que el acueducto se rompe o no sirve como una producción de reserva”. De esta manera, aleja la posibilidad de “crisis tan enormes como las que tuvimos en el año 2012 o en 2014, con más de veinte días en los que la ciudad no tuvo agua”. 

Adiós a los lagos
Sin embargo, aún falta mucho para resolver el problema del agua en Caleta Olivia. La planta, según Latini, “aporta un caudal, pero no alcanza a cubrir la demanda de toda la ciudad, que sigue dependiendo en un 70% del consumo del agua desde el acueducto que viene de los lagos del Chubut, y sigue recibiendo agua desde las napas de Cañadón Quintar y Cañadón Seco. Tendrían que hacer tres plantas más como la que hoy existe para cubrir el 100% de la demanda que tiene la localidad, sobre todo teniendo en cuenta el proceso de evaporación que continúa en los lagos de Sarmiento”.
Conocida como “la ciudad de los lagos”, Sarmiento alojaba al Musters y al Colhué Huapi, dos grandes masas de agua de la meseta patagónica. Sin embargo, el último prácticamente ha desaparecido, mientras que el Musters tiene actualmente una bajante muy importante producto del cambio de régimen de lluvia y nieve en la cordillera, y también por los desvíos hechos por los estancieros en el recorrido del río Senguerr, su afluente. Pero una de las mayores consumidoras de agua es la petrolera Pan American Energy, a través de su emprendimiento productivo de Cerro Dragón, ubicado entre Comodoro Rivadavia y Sarmiento.
“El Musters está bajando cada vez más”, dice a Revista Sudestada Hugo Suárez, miembro de la Mesa Ciudadana por el Agua de Caleta Olivia y fundador de la ONG Viento Sur, alarmado por lo que ya ocurrió en el Colhué Huapi. “Ese sí que realmente es un gravísimo problema de índole humana, por la falta de agua para Sarmiento, Comodoro y todas las localidades que de allí consumimos”. Para Suárez, debería estudiarse en especial una cuestión de índole ambiental que año tras año provoca problemas para Caleta Olivia y toda la región: la falta de nevadas y la gran cantidad de derivaciones del río Senguerr –que debería proveer agua al lago Musters– en la zona alta de su cauce. 

Al 50% de potencia 
Respecto a la planta de ósmosis inversa, Suárez opina de manera similar a Latini. “La planta desalinizadora en este momento no está dando lo que se espera –que trabaje en un 100 %–, con graves inconvenientes de mantenimiento. Ya tiene dos reparaciones en la toma de agua de mar”, dice. “Ahora hay un pedido en -La Bajada de la- Osa para que se haga una toma nueva, porque va a romperse nuevamente”. 
Si trabajara con toda su capacidad, produciría “por lo menos entre unos 700/800 m³”, detalla el referente de Viento Sur. “Y en este momento solo está en 300/350 m³”. Aunque califica como “muy interesante” el trabajo que están haciendo en “la parte técnica” los empleados de la planta, apunta que “tanto en Caleta Olivia como en Puerto Deseado –donde hay una planta más chica que está trabajando en un 20/30 %– no está la inversión necesaria. Hay reiteradas licitaciones para ver si la pueden poner en marcha”.

Sin agua… ni energía 
La falta de agua en Caleta Olivia no viene sola. Suárez agrega otros inconvenientes que afectan a la comunidad, como la escasez energética de los últimos dos años. “Hace menos de un año que pudimos conectarnos a la línea de 132 –es decir, a la línea nacional–, y hay que hacer una subusina para generar la electricidad necesaria para que la planta trabaje en su totalidad. En este momento está trabajando en un 50%, alrededor de 350 m³/h, que por supuesto es insuficiente para nuestra ciudad”. 
Viento Sur, la ONG de Suárez, realizó estudios de los pozos que abastecen a las localidades. “Tenemos provisión de agua de alrededor de cuarenta pozos de una zona denominada Cañadón Quintar y Meseta Espinosa. Esa agua es de una calidad dudosa”, asegura. “Se comprobó que tenía residuos de metales pesados. También es un agua muy dura, tiene mucha salinidad. Hace mucho tiempo pedimos que no sea más de consumo humano, pero ante la falta que tenemos en esta ciudad no queda más que la empresa Servicios Públicos Sociedad del Estado siga proveyendo agua desde ahí”. 
Junto al abastecimiento de la conexión del acueducto que va desde Sarmiento a Comodoro Rivadavia y la de una derivación que llega a Rada Tilly y Caleta Olivia, “entre los tres lugares de provisión de agua estamos alrededor de los 900 m³/h, lo que es insuficiente”, dice Suárez. Espera que el problema se resuelva cuando se traiga agua del lago Posadas: “Es un agua muy buena, y la distancia sería la misma. La cota de superación de algunos cerros o montañas de ese lugar sería menor que la que necesita en el caso del lago Buenos Aires. Es un proyecto ambicioso, pero también daría solución a Perito Moreno, Las Heras, Pico Truncado, Cañadón Seco, Caleta Olivia y también Puerto Deseado, y daría crecimiento a la parte agropecuaria, que fue uno de los proyectos iniciales allá en la década del 90”.

El desafío de la salmuera 
Otro elemento suma complejidad a la situación caletense: no hay certidumbre de qué se hace con los desechos de la planta desalinizadora. “Hasta donde tengo conocimiento, no existe ningún tratamiento del agua que se desaliniza en la planta”, dice Latini, quien refiere que de la misma sale un caño de desagüe con residuo salitroso, algas y otros elementos que luego “son absorbidos en la toma que da a la laguna de Los Patos, en la costa del mar argentino”.  Con preocupación, el dirigente afirma que “los desechos son volcados al mar, desconociéndose hasta el momento el impacto que eso tiene sobre el ecosistema”.
Según una investigación llevada a cabo por científicos de la ONU, y publicada en 2019 en la revista Science of the Total Environment, las plantas desalinizadoras producen más residuos tóxicos que agua potable. Por cada litro de agua obtenido del mar o aguas salobres, un litro y medio de barro salado –salmuera– termina en el océano o en la tierra. “Toda esta sal adicional aumenta la temperatura de las aguas costeras y disminuye el nivel de oxígeno, lo que puede crear ‘zonas muertas’”, aseguró en dicha ocasión Manzoor Qadir, coautor del informe y científico del Instituto del Agua, Medioambiente y Salud de la Universidad de la ONU.
Tras esta publicación, el ingeniero Alejandro Sturniolo, por entonces directivo de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (Aladyr) y vicepresidente de Fluence Corporation Sudamérica, respondió que la ósmosis inversa, técnica empleada en el proceso de desalinización, no hace más que extraer el agua dejando separadas las sales del mar que contenía, proceso similar al efecto de evaporación en el agua por el calentamiento producido por el sol. Aladyr no niega el hecho de que si no existe el tratamiento y diseño conveniente en las descargas de concentrado se pueden generar efectos ambientales no deseados, según Sturniolo, “al igual que la mala combustión en un automóvil, pero a nadie se le ocurre dejar de usar el vehículo por ello. Lo idóneo es emplear soluciones más inocuas para solventar el problema”.
El informe Agua de la ONU de febrero de 2014 aseguraba que por entonces existían más de dieciséis mil plantas desalinizadoras en el mundo. Según Global Water Intelligence, para 2018 la cantidad habría ascendido a más de veinte mil. Para Adalyr, este aumento del 25% en cuatro años “implica una aceptación de la tecnología para producir agua”. El estudio de Qadir aseguraba que en 2014 más de la mitad de la salmuera mundial procedía solo de cuatro países: Arabia Saudita (22 %), Emiratos Árabes Unidos (20,2%), Kuwait (6%) y Catar (5,8%). África del Norte, Medio Oriente y muchas pequeñas islas en lugares como el Pacífico dependen en gran medida del agua desalinizada.
La gestión de las salmueras no es una tarea sencilla. Hay que tener en cuenta factores como el caudal, la ubicación geográfica, si existen más contaminantes o no aparte de las sales, etc. En muchas ocasiones la única salida será el tratamiento de las salmueras, aunque pueden existir otras vías de gestión diferentes según cada caso. La más viable en el mayor número de situaciones es el tratamiento de aguas salinas mediante un sistema de vertido cero (ZLD), que se puede adaptar a cualquier escala de producción de salmueras y es el más respetuoso con el ambiente.
El objetivo consiste en la conversión del residuo salino en una corriente de agua de elevada calidad, por un lado, y las sales cristalizadas en estado sólido, por otro. El agua puede ser reutilizada en el propio proceso por su elevada calidad, o en cualquier otra aplicación, y las sales cristalizadas gestionadas para su posible revalorización. Por tanto, mediante un sistema de “vertido cero” se transforma el residuo líquido en dos corrientes diferentes, inocuas, revalorizables y de fácil gestión.
Hugo Suárez concluye que “por el momento, según informes a través de comentarios en alguna visita que hicimos a la planta, no está siendo utilizada esta sal, como ocurre en otras partes del mundo. Es una sal muy interesante para poder aprovecharla, pero por el momento eso no se da: se la devuelve al mar. Creemos que esto no debería ser así, debería haber alguna forma de trabajarla, que haya empresas que se relacionen con esto. Pero en este momento en la zona no hay nadie que pueda aprovechar esa sal”.

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