Cometierra: la concentración del lenguaje

Como si su propia cama fuera
la piedra de los sacrificios.
Selva Almada.

Cometierra es la primera novela de Dolores Reyes, publicada en mayo de 2019 por Editorial Sigilo. Con una temática impactante, este libro logra pegar un gran salto en los últimos años impulsándolo a otros países del mundo. El poder de estas páginas, que permite este movimiento, radica en la particularidad de su personaje principal: una adolescente, que vive en el conurbano bonaerense, tiene el don de la clarividencia a partir de la ingesta de tierra. Los familiares de mujeres que han desaparecido o fueron asesinadas se acercan a ella para conocer el paradero de las víctimas. 

Por Natalia Bericat

Los muertos no ranchan donde los vivos, dice el inicio de Cometierra. Entramos al texto donde una sola frase nos lleva hacia todas las direcciones que va a tomar la novela. El barrio aparece desde el lenguaje de los personajes, desde las palabras con las que Dolores Reyes decide construir el relato. “Cometierra tiene una apuesta por el lenguaje, justamente por la concentración y el trabajo poético“, expresa la autora en una entrevista para un ciclo literario de México. 
El otro rumbo es esa línea entre la vida y la muerte, entre la búsqueda de una mujer viva y los femicidios. La ficción una vez más dando luz sobre las temáticas que preocupan, utilizando los recursos de la poesía y una sintaxis que de a poco va escarbando en el cuerpo, como esas uñas que se hunden en la tierra que rodea a los difuntos. Páginas que rompen con los modelos del morbo y la placa roja en los medios. 
El libro se vuelve literatura necesaria para entender el ahogo de quien busca a alguien sin importarle sus creencias. Ante la falta de presencia del Estado, Cometierra, esta joven que escucha el grito de las mujeres, esta adolescente que pasa por el cuerpo el dolor, es la única salida ante la desesperación. Cada botella con su cartel, con un nombre propio, se vuelve un símbolo de plegaria. 
Hay algo de lo sobrenatural que se respira en cada sueño premonitorio, en cada visión que aparece de golpe, irrumpiendo la cabeza de una joven que solo quiere hacer lo que hacen los de su edad: vasos descartables con cerveza, música y juegos de consolas son parte del escenario de los espacios que la autora narra. Todo esto se entremezcla con la responsabilidad de encontrar a la próxima víctima con vida, de salvarla. Esta tensión recorre todo el texto generando en el lector esa sensación de estar tragando tierra, de estar en el cuerpo de ella
Aunque el silencio raspara el alma. Sentía frío en todo el cuerpo, salvo la mano caliente…dice el texto y nos estremece. El lenguaje poético se hace carne para descargar por los ojos el agua que sobra. ¿Cuánto ha de callar/aquí/bajo tierra/para que sea el ámbar/en nuestro escarpado corazón?, dicen los versos de Clarisa Ollivier. La metáfora se hace palabra para sentir cada grano de dolor en la garganta y en el fondo de las entrañas. 

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