Cada 18 de marzo se conmemora el Día de la Promoción de los Derechos de las Personas Trans. Dicha fecha fue elegida en homenaje a Claudia Pía Baudracco, activista trans, fallecida en 2012. Hace una semana se cumplieron 3 años de la desaparición forzosa de Tehuel de Latorre, un pibe trans del conurbano bonaerense, empobrecido, que fue visto por última vez cuando salió a buscar una changa para llenar la olla. También está semana se inició el juicio por Alejandra Ironici, activista trans santafesina quien fuese abusada sexualmente y asesinada de 46 puñaladas, por quien era su pareja.
Es por eso que es urgente y necesario visibilizar la violación sostenida a nuestros derechos por parte de los Estados, aunque podamos citar las leyes que tenemos, como la Ley de identidad de género o la de cupo e inclusión laboral travesti trans, lo real y concreto es que nuestras vidas siguen siendo precarizadas, deshumanizadas y criminalizadas.
Si bien hoy podemos hablar del rol y la participación política de personas travestis y trans en distintas instituciones, nos encontramos ante un gobierno que incita diariamente al escarnio público a feministas y personas LGBT, siendo uno de sus objetivos, la restricción de nuestros derechos, más que restricción, el exterminio de políticas públicas con perspectiva de géneros, que a pesar de no ser suficientes, nos daban un marco de protección.
Seguramente muchas personas desconocen que la mayoría de las personas travestis y trans viven en la más profunda y cruel pobreza y exclusión, es por eso que debemos estar más alertas que nunca ante el avance de estos sectores de ultra derecha, y el exponencial crecimiento de los discursos de odio, hoy institucionalizados.
Es por compañeras luchadoras como Pía, Lohana Berkins o Diana Sacayán, quienes nos fueron arrebatadas jóvenes, que debemos seguir luchando por nuestros derechos. Es imprescindible la Ley de Reparación histórica para aquellas compañeras que fueron apresadas, abusadas y torturadas por el Estado, en plena democracia, bajo los códigos contravencionales que prohibían nuestras identidades travestis.
Así como priorizar a las niñeces travestis y trans, quienes aún siguen atravesando violencias potenciadas tanto en la institución familia, como en todas las demás.
Estamos hasta el hartazgo de que los cuerpos travestis y trans sean territorio de explotación sexual, de experimentos médicos, de crímenes de odio, de travesticidios sociales y de desapariciones forzosas.
Estamos hartas del empobrecimiento y las violencias estructurales que atravesamos y que no tienen respuesta por parte de los Estados, y cuando hablo de respuestas, me refiero a políticas públicas que garanticen nuestra buena calidad de vida, que material y simbólicamente, las transformen para no seguir muriendo jóvenes, para dejar de estar llorando a las nuestras constantemente, para tener un futuro diferente, digno, para sentirnos personas y no objetos.
De nada sirven las palmadas en la espalda, los halagos, si luego no caminás junto a las travas para visibilizar el horror de esta sociedad hacia nosotres.