¿Dónde está Gustavo?

Por Editorial Sudestada

Carlos Gustavo Cortiñas tenía 24 años. Trabajaba en el INDEC. Estudiaba Ciencias económicas en la UBA y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Fue interceptado  el 15 de abril del 77, por un operativo ilegal de detención y posterior desaparición forzada de grupos de tareas. Sucedió en el trayecto de su domicilio a su trabajo por la zona de Castelar.

Días antes había pasado junto a su familia “Semana Santa” en la Costa, más precisamente en Mar del Tuyú. Norita y su familia lo saludaron en la terminal cuando se tomaba un micro hacia Buenos Aires. Fue la última vez que lo vieron. 

¿Tendremos real conciencia de lo que significa para una madre que el Estado te arrebate a un hijo, que no sepas ni dónde estuvo, ni qué le hicieron, ni dónde estuvo durante casi 5 décadas? 

Durante toda su vida Norita tuvo a Gustavo pegado en el pecho, dentro de su corazón, con el puño en alto, y los pasos de una gigante, una enorme luchadora. Norita entró varias al centro clandestino Atila -más conocido como Seré- y hasta llegó a golpear la puerta, a intentar escuchar, ver o sentir algo, y los genocidas la echaron. Norita siempre buscaba alguna excusa que no levantara sospecha. A su vez, tocaba el timbre, durante y después del terrorismo de Estado, a vecinos de Castelar-Morón para poder tener algún tipo de información, y le cerraban la puerta. 

Presentó habeas corpus, luchó de una manera que todavía no tenemos conciencia real, recorrió el mundo entero, caminó por rondas durante casi 5 décadas, hasta sus últimos días, hasta con bastón, brazos compañeros, o sillas de ruedas. Siempre con Gustavo en el pecho, siempre con el amor y la lucha de una Madre.

Norita cerró sus ojos ayer, sin saber dónde está su hijo. Sin saber qué hicieron con Gustavo, pero con un pueblo que no descansará un solo día hasta que la verdad sea completa, la Memoria no se rinda jamás, y la Justicia sea plena.

Te la debemos, Norita. 

¿Dónde está Gustavo? Que abran los archivos las peores miserias de la humanidad.

Imagen: Doris Sanabria

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