“El ultraje de los dioses”de Zito Lema: poesía a martillazos

“¿Qué hay entre ti y mi?”
Nuevo Testamento.
(Mc., V, 7 y Lc., VIII, 28)
Cita del libro.

El Ultraje de los dioses: el crimen de la pobreza y la belleza espantada, es un libro póstumo de Vicente Zito Lema que será publicado en el mes de abril de este año por Editorial Sudestada. Dice Natalia Bericat en el prólogo: Este libro es una partitura donde lo sutil se vuelve vertiginoso y caótico. Una exaltación a la belleza que es motor y arma para combatir a los verdugos. Se podría hacer la revolución buscando la belleza, dijo alguna vez Vicente. La sonoridad de los versos se mete en la piel para despertar del letargo: un círculo eterno donde en la repetición y en la pregunta centellean las definiciones de lo que tenemos enfrente y no podemos ver. De poeta a poeta, Gabriel Rodríguez Molina, nos regala estas palabras sobre este libro que es belleza en estado puro.

Por Gabriel Rodríguez Molina

Hay personas para las cuales la poesía es un sacerdocio: a esa raza perteneció (pertenece) Vicente Zito Lema ¿Se es poeta desde que se nace hasta que se muere? En su caso, más allá de la muerte, también. Su pincel destruye el tiempo y ahonda desde los subsuelos (como los personajes de Dostoievski) para llegar a los cielos -esos cielos por los cuales bregaba Lautrémont- haciendo de la poesía un éxodo bello y doloroso en el cual el que lee atraviesa, capa por capa, la compleja y cruel esencia humana ¿Se puede escribir desde el dolor? Se debe. Pocos han escrito con tanta tenacidad, pocos se han atrevido a escribir con los pies en el barro y los ojos en la sangre y las manos en la muerte, pocos han mirado cara a cara al verdugo y se han atrevido a alzarle la voz.

Vamos al libro. El Ultraje de los Dioses comienza con la proclamación de un principio crucial: La belleza es nuestra. Al mejor estilo Arlt (“El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”) Vicente se apropia de la belleza y desde ella y a través de ella enuncia el otro código del libro, la sospecha, la magnífica sospecha de que en algún tiempo fuimos dioses, dice.  En esas aguas va el libro, avanza hacia las nuevas rocas del naufragio haciendo de la lectura un viaje con los ojos abiertos por el centro espeso de la noche.  

Foto: Eloy Rodríguez Tale


En Los Sueños y la Sangre empieza a crecer -a espesarse- el Ultraje. Hay quejidos que no cesan junto a mi puerta, evoca Vicente. Parece escuchar los mismos ruidos que mencionaba Gelman, los ruidos diversos que había en la noche, la noche de toda una época perfumada por sangre y olvido. Se va enhebrando, entonces, la intertextualidad bíblica dónde Zito Lema destaca, además de su bella escritura una lectura amplia y profunda: Habrá que recordar:
el que a hierro hiere, a hierro muere, anota Vicente citando al Apocalipsis, Defenderás la vida esa noche la poesía dormirá contigo, escribe. Siguiendo los pasos de Nietzche Vicente continúa -con frases poéticas- diciendo sus palabras y rompiéndose en ellas:  El verdadero cementerio es la memoria / Nadie escucha el clamor del cielo (¿claman los cielos) / Hay un cuerpo en deuda perpetua / habrá que echar raíces en el invierno, y tejer las nubes como quien repara la lengua destruida de los ángeles / Si el viento borra las huellas en la arena, cuando llegue la música celeste, ¿qué alma, aquel día de respuestas del amor, la podrá escuchar…?
Estamos, sin dudas, ante una síntesis del pensamiento y de la vida del poeta (que era todos los poetas) dónde la reflexión filosófica se traduce en palabra que a su vez da luz a un manantial de imágenes que se adentran en el corazón del lector a martillazos.

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