“En el rubro de la confección son la mayoría mujeres y sufren todo tipo de acoso”

Foto: Quedigital

Hace un tiempo que las trabajadoras textiles, pertenecientes a la fábrica Textilana- Mauro Sergio de la ciudad de Mar del Plata, vienen sufriendo acoso laboral y despidos. En diálogo con ellas, y con Marcela Laudonio de Incomodaok, conversamos sobre la realidad que viven tantas mujeres del rubro de la confección tanto en las fábricas como en el trabajo en sus casas y en los talleres de costura clandestinos.

Por Editorial Sudestada e Incomodaok

¿A qué nos referimos cuando hablamos de acoso laboral, Marcela?
Básicamente de una persecución a los trabajadores y trabajadoras, de una presión constante a la hora de hacer su trabajo. Un montón de situaciones de maltrato. Dentro del ambiente textil es muy común. La mayoría de las personas que trabajan en el rubro de la confección son mujeres y sufren todo tipo de acoso. Son muchas veces maltratadas y no se respetan sus derechos. Esto es lo que vienen denunciando las trabajadoras de Textilana. Cuesta mucho que salga a la luz. Está totalmente invisibilizado y viene de larga data.

¿Cuándo arranca esta lucha, María?
Este conflicto no es nuevo. Venimos luchando hace muchos años. Hace 8 años elegimos una comisión interna y desde ese momento venimos denunciando los atropellos. Nos obligaban a hacer una producción y después no nos pagaban. El no reconocimiento de los certificados médicos y que la jefa de personal te diga si esa enfermedad es válida o no. En 2019, la empresa implementó una nueva manera de producción (Toyotismo), también llamado “justo a tiempo”, trabajo por celda. Ahí empezaron a despedir. Éramos más de 500 trabajadoras y ahora somos 250. A muchas las obligaban a realizar producciones inalcanzables. Dejamos la salud. Estamos muchas con tendinitis o operadas de los brazos. Antes era la tarea individual y ahora es en grupo. Entre todas tienen que terminar la prenda terminada. Así una le exige a la otra y genera mucha competencia entre nosotras. Si no alcanzan el objetivo son sancionadas. Nos mandan carta documento, te suspenden y después te echan con causa. Se paran dos personas atrás tuyo con un cronómetro y te controlan.
No tienen en cuenta si se te cortó el hilo o si tuviste que ir al baño. No nos dan participación a las delegadas. Nos atienden a través de un portero eléctrico. A veces no reconocen ni los certificados de los propios médicos de la empresa. Han roto los certificados médicos en la cara de las compañeras. Decían que era abandono de tarea.
Este año nos movilizamos y fuimos al Ministerio de Trabajo. También se lo pedimos al Ministerio de Provincia para que se respete el convenio colectivo de trabajo nuestro. Todavía no han tomado cartas en el asunto. Cuando la fábrica volvió a abrir, un tiempo después de que arrancara la pandemia, no nos dejaban entrar a trabajar a los delegados. La empresa no da bolilla a ninguna demanda de los trabajadores.

Foto gentileza de Incomodaok

¿Han podido articular con trabajadoras textiles de otras fábricas?
Hablamos con compañeros de otras fábricas como los de algodoneras. Acompañamos su lucha también. Tenemos un salario por debajo de la línea de pobreza. La hora más alta de un obrero textil es de $280. Hay trabajo en blanco, pero también mucho trabajo precarizado. Existen talleres clandestinos donde se derivan muchos trabajos. Mas allá de las organizaciones de desocupados que nos han acompañado no hemos tenido eco en otras organizaciones como CGT o CTA por ejemplo.

Hay mucho miedo por que son marcas que son sponsor de muchos medios especializados en moda. Son quienes deberían estar hablando de esto. No les dan el espacio a los trabajadores a hablar de esta situación. Es difícil. Ni hablar de las trabajadoras textiles que trabajan desde su casa que no tienen ningún derecho laboral a pesar de la ley que existe. Necesitamos que esto sea denunciado. Mucha gente escribe a Incomoda contando su realidad laboral. (Marcela)
En el 2019 nosotras hicimos un paro de una semana porque la situación no se aguantaba más. Se logró una conquista de un aumento del 30%. Después de eso, la empresa empezó a despedir gente. Ahí se fue aplacando y no logramos frenar los despidos. No se han podido reincorporar a las trabajadoras. Estamos en soledad en este reclamo y nos generan miedo. Tienen una manera muy perversa. A una compañera con 14 años de antigüedad, con un legajo impecable, la echaron sin causa. Le inventaron una causa de que se había peleado con el jefe de producción. La dejaron en la calle sin pagarle nada. Con estos casos retraen a las compañeras y le generan miedo. Cada uno que va a trabajar a Textilanada no sabe si entra a trabajar o no. Es una lotería. Por eso sacamos esta denuncia a los medios porque hay que frenarlo. El Ministerio y las Centrales sindicales tienen que dejar de darnos la espalda. Se vive en estado de tensión completa y permanente. Estamos perdiendo las conquistas.

¿Querés contarnos tu testimonio, Patricia, como trabajadora textil?
Yo estuve trabajando casi 30 años. Con la pandemia empezaron a llamar a las chicas a trabajar y a mí no me llamaban. En enero me llaman y me sentaron en la máquina y me pusieron a hacer un trabajo que yo hacía muchos años que no hacía. Yo soy remalladora. Comenzaron a apercibirme y a suspender porque yo no llegaba a hacer todo lo que me pedían. Cuando llegás a la quinta suspensión te arman una causa. Te mandan telegramas diciendo que “sos una mala empleada, que sos incompetente y le hacés un daño enorme a la empresa”. Me puse muy nerviosa por la situación y me sentía muy mal hasta el punto de no poder dormir. Tuve que ir a una psiquiátrica para que me de medicación para dormir. Dejaron de contestar los mensajes con los certificados médicos. No me dejaban entrar y empecé a mandar por un abogado. Me amenazaban y terminé aceptando un miserable acuerdo. Yo no quería entrar en un juicio. Vivo con mi mamá jubilada y mis hijos. Tuve que acceder a dejar de trabajar por la plata que me ofrecían. Yo quería seguir trabajando, pero sabía que si volvía me iban a hacer la vida imposible. Ni el 25% de lo que me tenían que pagar me dieron y encima en cuotas.

Anterior

“Mi deseo es poder compartir la guitarra con músicos que amen a Luis”

Próxima

“La memoria que habitamos”: una película sobre Silvia Filler