Fabita contenta

Querido sur,
Empiezo a escribirte esta carta mientras organizo la comida del día. Viajar y comer bien suelen llevarse mal. Éste último viaje me ha tomado demasiados días y siento que extraño un poco la casa, pero especialmente algunas de las rutinas que dentro de la casa tienen lugar, como el desayuno con palta o la merienda con la mesa llena de frutas.
Sin embargo, en este viaje me di cuenta de que hay muchas más formas de alimentarnos de las que pensaba. La nutrición resultó ser una cuestión integral, que además de la comida, involucra aquello que también le damos de comer al espíritu. Y cómo se nota cuando el espíritu está bien alimentado, cómo se nota cuando dejamos de servirle miseria en el desayuno y angustia para almorzar.
Anoche, Fabiana Cantilo presentó “Desvío”, parte de la Colección Sudversiva, en The Roxy, rodeada de sus afectos. Fue fiesta y Fabita estaba contenta. Lo dijo muchas veces y, a decir verdad, ni falta que hacía, porque qué evidente es la alegría cuando los ojos se enfrentan a los reflectores y en su brillo podemos ver los restos de una infancia que acaba de despertarse y exige que se le respete su lugar, que se le perdone la inocencia con la que transita este mundo de adultos que tanta brusquedad ofrece y con fauces filosas se devora cada ápice de ternura.
Fabiana habló de muchas cosas durante la presentación de su libro: de su carrera, de sus dibujos, de la niña que fue y ahora la mira desde la tapa de su poemario. Recordó días de ser extranjera en su propio cuerpo, habló de los restos del delirio y de las secuelas de la euforia. “Ahora estoy bien”, nos dijo, y no pudimos hacer otra cosa que abrazarla como se abrazó ella a la vida.
Fernando Noy la nombró como “el arquetipo de la poesía encarnada” y creo que un poco de razón tiene. La poesía es la única forma de acariciar una llaga, pienso. Mientras se exudan los restos del mal alimento, al ritmo de la purga del espíritu, la poesía viene a poner paños fríos sobre el ardor. Es en este acto que una aprende a convivir con la herida.
Sentada en el regazo de su madre, sobre el escenario, Fabiana se sintió a salvo, a lo mejor por primera vez después de mucho tiempo. Cualquier alma en reconstrucción precisa con urgencia de esos pequeños huecos desde donde alguna vez vio la vida desperezarse. Al fin y al cabo, el cuerpo de quien amamos es una ventana al mundo.

Buenas noches ,
Juan

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