Guevara no para de nacer


14 de junio y el abrazo al “hombre nuevo”

El Che. El comandante, el compañero, el soñador, el eterno. Aquel que nació varias veces, y que sigue naciendo cuando a una injusticia es capaz de sentirla como tal y hacer algo por ella. El que nació en mayo, pero a la vez en junio en el dni. El que nació un segundo después de ser fusilado en una escuelita en medio del monte de La Higuera, para que el Guevara sea el Che que trasciende, que rompe los tiempos, y que sigue vigente entre el legado, el sentido de humanidad, y la utopía como un posible. Ernesto, el de la bici soñando rutas y respirando realidades. El de la “Poderosa”, un amigo, y el mundo que se abre dentro de un continente que comenzó a conocerlo. El de las cartas a su madre, a sus compañeras, a lxs hijxs. El argentino-cubano que levantó el puño un 1 de enero para que nada después de aquella epopeya revolucionaria fuera igual. El que se rapó, se calzó los anteojos, se afeitó y volvió a soñar, en África y en Bolivia, para que ese “clandestino” sea capaz de desafiar lo imposible. El Che, el de la sonrisa, el libro, y la palabra. El del legado cuando los verdugos pretendieron borrarlo del mapa, y años después una mujer en La Higuera pudiera festejar la llegada del agua potable mirando una estampita con su imagen.
Ernesto, Guevara, el Che, el “hombre nuevo”, el que jamás olvidó mirar, sentir y hacer. El de la coherencia pegada a la convicción, el de los ideales frente a cualquier problemática y realidad. El que dio la vida por la vida misma. El de los discursos a modo de libro que perdura, el del abrazo diario, el que hoy se estampa en un brazo, en una remera, en aquella Isla revolucionaria, en cada rinconcito de este planeta que cuando lo nombra, suspira y sigue camino.
El Che, ese hombre que no para de nacer, por más que lo pretendan muerto y olvidado.

Editorial Sudestada

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