Impuesto a las ganancias: los que siempre ganan

Desde el Gobierno Nacional, al comenzar la pandemia, se comenzó a fogonear la idea de enviar al Congreso un proyecto que le coloque un impuesto a las grandes fortunas. Esa Ley nunca llegó y hoy camina hacia el olvido. ¿Qué pasó?

Los dueños de todo no pierden nunca. Patrones, estancieros y gerentes acumulan ganancias aún en plena crisis generada por una pandemia inédita. Mientras los que pierden siempre son los laburantes, los jubilados, los que se quedan en la calle por los despidos, los que pagan los aumentos de precios en el almacén, los que deben salir a buscarse una changa porque ya no alcanza para llevar un plato de comida a la casa, los olvidados por el Estado en las villas y los barrios populares. Siempre los mismos.

¿Qué pasó con el amague del impuesto a las grandes fortunas en nuestro país? ¿Por qué no avanzó una medida que debería ser urgente para generar una señal (aunque sea, simbólica) de que los que ganan siempre van a ganar, al menos, un poco menos? Pero ahí salieron de nuevo los dueños de todo: presionaron para eludir el planteo, pagaron a sus mercenarios en la prensa para que defiendan sus intereses en los grandes medios, silenciaron a políticos a fuerza de billetes y favores comprometidos.

Nadie se atreve a preguntarse por qué las grandes fortunas generadas por la evasión impositiva, los negociados turbios y las deudas licuadas por el Estado, ahora también se benefician hasta con subsidios en plena cuarentena (Techint y el Grupo Clarín como mínimo ejemplo). Pasan la crisis y los grandes ganadores nunca pierden. Nunca. El poder político de turno, una vez más, se subordina manso, se desdibuja ante el verdadero poder, el de los que de verdad manejan los resortes de la economía. Y avisan: ellos siempre ganan.

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