Infierno astral

Querido Sur,
Una nube piadosa pasa sobre la casa y es como si la galería respirara. Más temprano, dos vecinos bromeaban en la vereda. ¿No sabe cuándo va a hacer calor?, preguntaba uno. El otro se reía y se apantallaba y decía ay Dios mío, pensar que todo esto era monte.
Lu dice que los días previos al cumpleaños, uno se encuentra atravesando su infierno astral. Siento que ningún otro enero se ha parecido tanto al infierno como éste. La semana que viene cumplo 33. Mientras doy una vuelta por la casa y preparo la mochila para un nuevo viaje, escucho gemir a las canillas sus exhalaciones secas. Otra vez se fue el agua, pienso. Ojalá vuelva para cuando me toque regresar.
El ruido blanco del micro anticipa una noche de dormir a medias, pero estoy acostumbrado. Aquí al menos no hace el calor de casa: algunos pasajeros hasta se han puesto mantitas sobre las piernas. Es como si sobre los colectivos de larga distancia el tiempo permaneciera suspendido. La demora del destino se hace enorme, imposible de llenar sus horas. Todavía llevo conmigo el abombamiento del día; es como si exhalara más de lo que he inhalado.
Amigues sin luz, sin agua y sin plata copan los posteos de redes sociales. Después de la celebración exagerada de fin de año, parecieran quedar únicamente escombros de lo que hasta hace poco fue una fiesta. Los zombis de la festividad van regresando de a poco al orden; el calendario les hace un rinconcito, les arropa, les da la bienvenida de quien deja ir sabiendo de la inminencia del retorno.
Tenemos por delante el verano más fresco que volveremos a tener, dicen, pero por más intentos que se hagan, aquella noticia no entusiasma ni un poco. Esta ola de calor que en realidad es desmonte viene acompañada de un nuevo golpe ecocida frente a nuestras costas, y las calles se cortan y se firman documentos y se difunden imágenes, pero nada pareciera ser suficiente para hacerle frente a la ambición de la clase política, que a ojos cerrados y a espaldas del Pueblo firma el acuerdo de nuestra extinción. La gente sigue insistiendo en hablar del clima cuando no sabe qué decir tanto como insiste en ignorar el asunto cuando se profundiza en la materia y esto es tan cierto como inexplicable. Me pregunto cuándo se nos desertificó así el cerebro… ¡y pensar que esto era todo monte!

Buenas noches,
Juan

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