La huerta urbana como acto revolucionario: habla Briganti

Foto: Melisa Batillana

El fundador y referente del colectivo El Reciclador Urbano sigue multiplicando escuelas agroecológicas y redobla la discusión sobre el sistema productivo y los actores que controlan la alimentación masiva. Una propuesta que crece al pie de girasoles y frutales que brotan en veredas y plazas porteñas. 

Por Patricio Eleisegui

No descansa. Y es en ese trajín permanente que Carlos Briganti, fundador y referente del colectivo El Reciclador Urbano, escribe sin pausa la historia inmediata de la agroecología urbana dentro de los límites de la geografía porteña. Ha sido otro año de despliegue y crecimiento para esta apuesta por la alimentación sana, segura y soberana en la capital de los supermercados y el consumo de ultraprocesados.
A fines de abril, Briganti y su equipo pusieron en marcha de forma oficial la primera escuela de huerta urbana de la Argentina. Su nombre: La Margarita, con sede en el barrio de Constitución. Sólo este año, al menos 300 personas se formaron como huerteros en ese establecimiento mediante clases virtuales y, ya en estos últimos meses, también actividades presenciales.
En 2022, me anticipa Carlos, la apuesta educativa será más ambiciosa. El Reciclador Urbano mudará La Margarita a una nueva sede en el Patio de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). 
“Vamos a hacer lo que ya veníamos realizando en Constitución: trabajar con pasivos ambientales. La superficie del Patio de Nutrición es tres veces mayor a la del predio en la calle Solís. Seguiremos divulgando esta opción de generar alimentos a costo 0 mediante el uso de técnicas y alternativas sustentables”, destaca Briganti.
“Esta semana ya hicimos la descarga de tierra, la instalación de las primeras cubiertas. Llegamos con la experiencia de Constitución, a partir de una propuesta fundacional como fue esa primera Margarita. Con infinidad de personas que ya se han formado como huerteros con nosotros. A partir de una convocatoria popular, un voluntariado abierto”, añade.
¿Con qué elementos genera alimentos El Reciclador Urbano? Detalla Carlos: “Enseñamos a recuperar todo. Hacemos barreras con botellas de plástico, atamos los tomates con tiras hechas a partir de sachets de leche. La tierra que usamos la juntamos de la calle, trabajamos con cenizas, empleamos cubiertas de autos, tachos. También viruta, aserrín. Todos bioinsumos retirados de la vía pública”.
La Margarita es hija directa de la terraza del hogar de Briganti en Chacarita. Allí, hace 13 años, Carlos inició una huerta en la que al día de hoy brotan hasta 500 kilos de verdura agroecológica. Con el compostaje como pilar fundamental de esta muestra real de la soberanía alimentaria. “Una huerta como la que fui generando en mi casa me permite ahorrar por lo menos el 40 por ciento del salario”, me contó en una charla previa que mantuvimos en mayo.
En El Reciclador Urbano no hay lugar para el “jarabe de pico”, aclara Carlos. Se hace lo que se dice. En ese accionar valen mencionar los montes frutales que, ya en la segunda parte de 2021, el grupo comenzó a promover en barrios como el mismo Constitución, en un trabajo realizado sobre la plaza Garay en conjunto con Acción Huerta Urbana, Frutas en la Ciudad, El Club del Compostaje y la Agru-Pasión Murga Les Verdes de Monserrat. 

Foto: Melisa Batillana

“También hicimos una labor similar en Mataderos. Allí se promueven papayas, nísperos, moras, nogales. Impulsamos frutales en los espacios ociosos aunque batallamos contra enemigos poderosos como es el caso del negocio inmobiliario. Queremos hacer huertas en terrenos ferroviarios, enseñarle a la gente a producir alimentos de calidad. Para que entre todos logremos, definitivamente, comenzar a vivir de una manera diferente”, destaca Briganti.
Además, están las huertas en distintas veredas de la Ciudad. Suman más de 20 las distribuidas en los distintos barrios de Capital Federal. “En la vereda de Rosetti tenemos hasta girasoles”, cuenta Carlos, con voz de orgullo.
La agroecología que propone el colectivo no se ajusta únicamente a la labor en y con la tierra. Una de sus aristas clave es la discusión de la forma de alimentación que predomina en nuestras ciudades. Con foco en las características del consumo diario y el comportamiento de compra que ostentan los porteños. 
“La huerta es un espacio de reflexión, de discusión. Ahí hablamos, también, de cómo fueron modificados nuestros hábitos alimenticios. De la injerencia de los monocultivos y los venenos en la pérdida de salud y calidad de vida. De los transgénicos. Hablamos de los oligopolios de la industria alimenticia y cómo contrarrestar un modelo nocivo. Se analiza quiénes forman los precios, quiénes controlan la distribución de los alimentos. Con compromiso para trabajar y cambiar lo posible”, explica.
La cuestión de la tenencia y el usufructo de la tierra no escapa al radar del colectivo. “Ayudar con créditos a los pequeños productores, a los campesinos, que ponen en nuestra mesa el 70 por ciento de los productos que consumimos, es un aspecto que debe exigirse. Al igual que implementar políticas para el usufructo de campos, lotes y predios. Trabajar sobre esos temas nos acercaría a la posibilidad de una reforma agraria por demás de necesaria”, dice.

Sembrar compromiso
A la par de la acción en el territorio, El Reciclador Urbano viene promoviendo e incentivando leyes de respaldo a la expansión de las huertas en Buenos Aires. A tono con esto, este año se logró la aprobación de una normativa que integra a los Centros de Formación Profesional (CFP) porteños la profesión de “huertero urbano”.
“La ley establece que se dictará esa formación en los 40 CFP de Capital Federal. Con título de validez nacional tal como ocurre con un gasista, un electricista o un plomero. En su momento nos pusimos en contacto con la Legislatura porteña y María Bielli se puso a trabajar en el proyecto luego de conocer La Margarita. Creemos que, en el lapso de un año, a lo sumo dos, la formación estará implementada”, comenta Carlos.
El colectivo también aportó su conocimiento y experiencia para la creación de los proyectos de huertas agroecológicas en escuelas y veredas que la legisladora Cecilia Segura presentó en el bienio 2020-2021. 
“Durante la primera parte de la pandemia se generó una conciencia y ahora el consumismo quiere desplazar otra vez ese conocimiento. No hay que perderlo. Por eso colaboramos y apoyamos las iniciativas que legislan sobre los espacios verdes de la Ciudad. Nuestras propuestas nacen de entender a la alimentación como un acto revolucionario y la obligación de comprometernos con la realidad en la que estamos”, concluye Briganti.

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