Por Yama Corín
Hace tiempo tenía ganas de escribir sobre los conceptos de moral, política y método, y reflexionar sobre nuestras prácticas militantes. Qué nos define y agrupa. Qué nos permite crear alianzas y que nos ubica en veredas opuestas e irreconciliables.
Existen distintas definiciones de moral. Filosóficas, teológicas y hay quienes la entienden revolucionaria. Con distintos lenguajes y concepciones como punto de partida, todas se refieren al profundo sentido humano de “el bien y el mal”. Entonces quienes estamos del lado del bien, creemos que el mal sostiene la violencia y desigualdad.
Sobre esos pilares el sistema capitalista y patriarcal reproduce mediante sus ejecutores; Instituciones y personas, violaciones, tortura, hambre, marginación, discriminación, corrupción etc. Lo cual tanto para combatirlo, como para sostenerlo ingresa el arte de la política. Esa acción política motivada por nuestra concepción del mundo e intereses es también la herramienta para ubicarnos y ubicar a otres desde los paradigmas de clase, género, etnia, religión o la que sea, entender posiciones de poder o privilegio, como la intersección de las violencias. La política nos da la posibilidad de trazar objetivos tácticos y estratégicos, tejer alianzas de distintos tiempos o en distintos frentes, construir organizaciones, organismos, sindicatos, partidos, agrupaciones, centros de estudiantes y demases.
Cada una de estas formas de organización política definen a su interior un método. El modo en el que se toman las decisiones, quienes ocupan que espacios y por qué, distintos organismos, células, división de tareas y funciones.
Por lógica el método responde a la política o debe ser funcional a su praxis y la moral define cuestiones centrales, si se quiere anteriores.
Entiendo que nada de lo humano es sin contradicciones, nos atraviesan de manera individual y también colectiva.
Entonces hago este preámbulo como ayuda de memoria o llamado de atención a reconocer cual es nuestro límite frente a tales contradicciones. Que estamos dispuestes a “negociar” y que sapos son definitivamente intragables.
Los distintos procesos de lucha fueron transformando concepciones políticas, que se pueden traducir incluso en conquistas de derechos. En ese sentido el feminismo y transfeminismo protagonizó no solo cambios estructurales de paradigma, sino también, sacudió a esas estructuras de organización, incluyendo las anticapitalistas, de izquierda, al peronismo más ortodoxo, al Kichnerismo y/o expresiones de centro izquierda. Sectores de la iglesia católica formaron parte de la campaña por el derecho al aborto, incluso hablan de perspectiva de género referentes neoliberales.
Poniendo al encuentro como ejemplo de espacio amplio. Hoy Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Donde cada quien fue parte o llegando en distintos tiempos y con distintas líneas de acción, provocando en su interior fuertes quiebres políticos, que incluso este año llegan al hecho lamentable de que existan dos encuentros.
No es nuestro movimiento homogéneo y seguramente nunca lo será, aunque hay quienes seguimos apostando a que sea una herramienta de organización política para una transformación social y sistémica más profunda.
Ahora volviendo a la moral tan subjetiva, como vapuleada digamos que la pedofilia, siempre estuvo mal, y sin embargo no formó parte siempre de nuestros reclamos. Transitamos el Ni Una Menos, la Ola verde, el Yo si Te Creo, por lo cual hoy estamos en mejores condiciones para asumir el compromiso. No hay lectura política, ni método que justifique amparar abusadores. Tampoco es un debate a esta altura, que se trata de una forma más de violencia patriarcal y por consiguiente debe ser parte de nuestra agenda. Quienes defendemos a les niñes de sus agresores y acompañamos su proceso de reparación somos casi en su totalidad mujeres, mamás y/o profesionales. Incluso al calor del feminismo nos identificamos las madres protectoras como sujetas políticas y nos encontramos con mujeres y disidentes, adultes sobrevivientes, denunciando su abuso en la infancia y luchando contra la prescripción.
Creo entonces necesario, cada tanto, volver a preguntarnos íntimamente cuál es nuestra estructura de creencias, dónde estamos parades en este mapa, quienes pueden ser aliades y quienes no, de acuerdo efectivamente a nuestra interpretación original del bien y el mal. No pueden ser las organizaciones aplanadoras de personas, cuando su posicionamiento político postula lo contrario. Las estructuras deben servirnos para la acción que nos mueve hacia mayores libertades y no al revés. Por lo menos no sin que esto nos haga un ruido ensordecedor.
Sin embargo, hay algunos casos de abuso sexual sobre niñes que provocaron fuertes contradicciones al interior de distintas fuerzas políticas, es entonces éste escrito un llamado compañero, a pensar nuestras alianzas, a mirar a otros posibles horizontes, a agruparnos de acuerdo con mantener centralmente nuestra integridad moral.
Creo en ese sentido al feminismo como herramienta política que nos tiene que habilitar a cada vez más autonomía. Que las organizaciones todas, tienen la enorme responsabilidad de reflexionar sobre las posiciones y ejercicios de poder, en particular las que integran varones cis. Ahora sumamos una cantidad de puntos programáticos, pues las mujeres, disidentes y niñes sufrimos una cantidad de violencias incluso dentro de nuestra clase y organizaciones populares, y nos toca poner nuevos límites.
Comúnmente nos referimos al sistema como perverso, en relación con la imposibilidad de estar al margen. Nos aplasta, explota, encierra y también seduce. No hay mejor definición para vincularla a los abusadores, que de igual manera actúan sobre sus víctimas. Entonces no podemos pensar en la construcción psíquica de los perversos aislada a su contexto. Por eso los llamamos hijos sanos del patriarcado. La condena real y eficaz sobre los abusadores, no la garantiza el sistema judicial, muy por el contrario, revictimiza a niñes y denunciantes, a pesar de las normativas, leyes Nacionales y tratados Internacionales. Solo el uno por ciento de los abusadores tiene condena y existen una infinidad de casos, que ni siquiera son denunciados, por evadir los duros procesos. El Estado es el máximo responsable, como garante de derechos, pero todes les que pertenecemos al mundo adulto tenemos obligación (civil y moral) de cuidar a niñes y adolescentes, asumiéndolos efectivamente como sujetos de derecho. Reconocer su deseo, la autonomía de sus cuerpos, respetar sus elecciones y hacer valer su voz. Para intervenir certeramente frente a la sospecha o certeza de una vulneración sexual, contamos con pocas o nulas herramientas, por eso la lucha por la aplicación efectiva de la ESI es un gran paso, aunque no el único. La construcción de estrategias colectivas y redes son fundamentales para actuar, mientras seguimos reclamando las políticas públicas que garanticen formación adecuada en todas las carreras que abordan infancias y profesionales sin costo para acompañar integralmente cada situación.
Quienes tomamos como bandera la lucha contra el abuso sexual hacia niñes y adolescentes no solo les queremos de este lado. Las y les necesitamos.
En este recorrido tan doloroso como reparador que no tiene marcha atrás, también pondremos nuestros límites. Abrazando a quienes valientemente habitan las contracciones sin darle la espalda a nuestra lucha, o de lo contrario serán reconocides del lado del mal y la complicidad. Sin Olvido, Ni perdón.