Las malas: un cuerpo que escribe

¡no! no la verás jamás sola/ella es de cristal/
tiene ángeles/perras guardianas

Gemma Ríos

Distinguida con el Premio Sor Juana 2020, Las malas es el libro de Camila Sosa Villada publicado en 2019 por Editorial Tusquets que narra la historia en primera persona de una travesti que encuentra su lugar de pertenencia en el Parque Sarmiento, en Córdoba. Desde el espacio físico de la noche, las personajes se mueven con sus pieles desnudas desde la intemperie del parque hasta la pensión de la Tía Encarna que las cobija. Un cuerpo protagonista se funde con los otros para construir una corporalidad trava que se mueve en el texto como ese galope con piernas de caballo que vemos en la tapa y les da fuerza a las centaureas.

Por Natalia Bericat

Este libro salió a la calle con mil intentos de encasillarlo. ¿Novela? ¿Realismo mágico? ¿Autobiografía? Esa necesidad imperiosa de la Academia de ordenar en cajones impecables los objetos culturales: ponerles etiquetas, títulos, ordenarlos por género, ahogarlos en palabras huecas. Hay que poner patas para arriba todo lo que está alrededor, dijo en una entrevista Camila. Estas páginas subvierten las categorías literarias, las rompe en mil pedazos. Hay una escritura que late en el cuerpo de quien escribe; un pulso urgente, una trava alerta que narra en su propia lengua que solo le pertenece a la manada, a las perras guardianas de las que nos habla Gemma Ríos. Las malas es una pieza única, un lienzo que va uniendo las hebras. No hay textura si falta una. En este texto caben todos los cuerpos y todas sus palabras. No es realismo mágico, es el cuerpo de las travas, dijo en una oportunidad la autora.

Las malas es una visita guiada a la fulgurante imaginación de su autora y una crónica distinta a todas, que viene a polinizar la literatura, dijo Juan Forn en el prólogo. Hay un elemento mágico que se introduce en el texto, una creencia pagana que lo recorre y hace que las escenas tomen una fuerza poderosa. Se arrodilla encima de la cama y canta en lenguas, pita su cigarro y hecha humo, describe quien narra. Hay un conjuro, un ritual sagrado que se huele en las páginas de este libro. Una ancestralidad que se une para proteger los cuerpos: la Difunta Correa, San Cayetano y los dioses paganos, deambulan por el territorio de la escritura. Frente al trans-odio del mundo, la magia de las palabras.

El cuerpo del relato destila el sudor de una realidad que Camila Sosa Villada pone en primer plano. El miedo, el peso de las piernas, el corazón latiendo cuando las fieras las ponen en peligro. A veces sentía que las piernas le pesaban como bolsas de cemento, que los órganos se le volvían de piedra dentro del cuerpo y el corazón se le iba poniendo duro y en desuso, dice la voz del texto. Un cuerpo que se mueve en la oscuridad de la noche. Un cuerpo que molesta al cistema, ese que escupe odio frente al andar de los tacos, el maquillaje y las lentejuelas a plena luz del día.

El ritmo del texto nos lleva por diferentes caminos. Desde la calma de una noche cuidando a un niño, desde ese silencio que guardan las paredes de la pensión, hasta el trote acelerado que Camila logra imprimir en la escritura. Una acumulación, una enumeración que irrumpe en la historia y la hace correr: las avivadas criollas de los clientes, las estafas, la explotación de los chongos, la sumisión. la estupidez de creernos objetos de deseo, la soledad, el sida, los tacones de los zapatos que se quiebran, las noticias de las muertas, de las asesinadas. La escritura se vuelve un golpe de puño en los ojos de quienes leemos. Se vuelve denuncia y resistencia. Nadie saldrá ileso de Las malas. Leemos sus páginas con el corazón en la mano, en ronda de fuego con las nuestras y con aquellas que no están y habitan el cielo de las travas.

*Esta reseña se la quiero dedicar a mi amiga trava Mariana Mía Zelaschi que hace unos meses se fue al cielo de las travestis a seguir su lucha y la sentí al lado mío en cada línea de este libro. Escuché su voz como esa magia de la que no habla Camila. Sentí su cuerpo y pude abrazarlo fuerte por última vez.

Fragmento del libro Las malas: “El cielo de las travestis debe ser hermoso como los paisajes deslumbrantes del recuerdo, un lugar donde pasar la eternidad sin aburrirse. Las lobas travestis que mueren en invierno son acogidas con especial pompa y alegría, y en aquel mundo paralelo reciben toda la bondad que se les mezquinó en este mundo. Mientras tanto, las que aquí quedamos bordamos con lentejuelas nuestras mortajas de lienzo”

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