Poesía sudversiva es un crisol de voces

Gemma Ríos y Thelma Fardin presentaron sus poemarios Andrógina y Ausencias, de la colección Poesía Subversiva junto a Juan Solá y Natalia Bericat. Esta colección cumple 2 años y reúne a 16 poetas. La diversidad de cada unx forman un crisol de voces donde lo colectivo y la palabra se hacen carne y verso.

¿Por qué el nombre Andrógina, Gemma?
Andrógina es una palabra que representa todo lo que está fuera de la hetero-cis norma, aquellas corporalidad que no somos vistas dentro de esa normalidad. Estábamos entre Andrógina y Ranchería que también nos representa, para reivindicar a esa nueva familia que se transforma. Para mí Andrógina tenía esa fuerza, primero por hablar como mujer trans que está transicionando y el texto transiciona también. Eso me lo hizo ver Natalia Bericat, editora del libro, yo veía textos pero Naty vio cómo ese relato iba mutando desde la infancia a monólogos porque soy actriz y estoy atravesada por la mirada teatral. También por la poesía, yo estoy muy peleada con la academia que dice quien son poetas y quienes son. Hice el profesorado de teatro y no lo termine por la homofobia. A la vez nunca deje de trabajar, de hacer lo que me apasiona. Es un lugar que elijo porque hay un montón de personas que no son validadas. 

¿Cómo fue trabajar el texto de Thelma, Juan?
Como editor de Thelma, puedo ver el trabajo sobre lo ausente que es muy difícil por el hecho de que la ausencia se presenta de una forma que no estamos acostumbrados a ver. Lo invisible cuando se revela tiene a producir cierto espanto. A mi lo que pasó con el trabajo de Thelma, es que hay un montón de poemas de cotidianidades y poemas de viajes. En el medio uno cae en la ausencia. Hemos llorado un montón. Fue un libro complicado desde ese lugar, de esa invitación al tránsito de lo ausente.

¿Por qué la ausencia, Thelma?
Yo soy actriz ante todo. Y en mis primeros años me enseñaron a trabajar con lo que hay. Entonces la ausencia es algo que está. Lo que no está también está. Parte de hacerse cargo de una ausencia. Me pasa que tengo la necesidad de hacerlo todo carne, tangible, que exista. Incluso le quise escapar al nombre ausencias porque pensaba que iba a ser una patada. Pero después de leer todo el libro, no había posibilidad de ponerle otro nombre. Decantaba solo. La ausencia se piensa como algo negativo, pero hay ausencias que agradezco. Hay lugares que aplaudo el haber tenido la ausencia. 

Gemma recién hablabas de cómo la transición del cuerpo fue a la par con la escritura. En ese trabajo de la escritura aparece esto de la ranchada. Tuvimos un mes de muchas llamadas y Gemma siempre rodeada. ¿Cómo fue esto? El libro fue parido de antes, con esas leonas, como se muestra en la primera página. ¿Cómo viviste este proceso acompañada por la manada de leonas y qué significa para vos escribir rodeada de maricas?
Primero le dediqué el libro a mi familia biológica, que son personas que en todo el proceso acompañaron a esta travesti. También poder escribir con ese lugar de sentarse, pensar, traer estas imágenes que a una la inspiran, tiene que ver con que hubo una tranquilidad emocional, física, económica, que otras travestis y otros pibes trans no tienen. Vengo de una familia que me impulsó, también con falencias e ignorancias, pero que a su vez está presente. Al mismo tiempo, siempre se generó esa complicidad con las travas, los pibes trans, no binaries. Tenemos esto de que migramos a Buenos Aires o a otros lugares. Yo ahora estoy en Córdoba. Encontrar ese lugar de reparación que la familia biológica no pudo dar, entonces nosotras vamos marchando todas rotas. Esa fragilidad, esos dolores. Hay una parte del poemario que hablo de cada amiga y pongo un color para no decir el nombre, y la idea era decir que todas en algún momento no nos sentimos deseadas, o íbamos a alguna institución y no nos sentíamos acompañadas. Son poemas que son duros, que hablan de las vivencias que nos unen, y a la vez esa unión es lo que nos permite existir porque ¿Qué hace una sin la compañía de la otra? Lo mismo con el transfeminismo. Hay complicidad. El mundo es una mierda, nos destruyen todo el tiempo, pero una tiene donde descansar.  

Hay una cuestión con la representatividad que excede un poco la ficción. La ficción y la realidad están en una ficción constante. ¿Qué pasa cuando el libro rompe la barrera del papel y empieza a desligarse de la comunidad? Yo he sido testigo de cómo ha sido la mirada pública y de cuantas veces se te ha acercado gente a contarte historias que capaz vos no estabas preparada para lidiar. Vos bajaste tu historia que tiene mucha nostalgia y melancolía, pero también mucha fuerza y denuncia. ¿Cómo te sentís, Thelma, cuando se te acercan a narrarte su historia? 
Depende mucho del día. Es fuerte tener contacto con algo tan doloroso, tan entrañable. Es fácil encontrarse con una compañera y que de repente me cuente su historia. En la pandemia fue cuando más produje porque había esa falta de la calle, de las compañeras y la mirada. Para mí es importante quitarle un poco el drama. No soy tan especial, le pasó a muchas personas. Yo era de creer que no era escritora, por no tener lo académico, entonces fue mucho más instintivo y creo que se nota en la forma que está escrito. También al ser actriz, me doy cuenta que todo lo que hago termina teniendo el mismo formato. Yo lo hago desde mí, y sale muy visceral. Lo más lindo no es lo que yo hago, sino lo que produce en el afuera. Eso con el texto, la actuación y mi lucha.
Hoy cuando elegía textos de mi libro pensaba que es muy loco porque se sabe una parte de mi vida. ¿Cómo me corro de eso? También soy otras cosas. Cada vez que hablo de dolor en una poesía estoy hablando del mismo dolor, soy mucho más amplia. La poesía es eso, querer mostrarme más amplia que una sola herida. 

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