“La lucha contra el extractivismo exhibe los límites conservadores de la democracia actual”

Darío Aranda es periodista. Trabaja desde hace casi veinte años en el diario Página/12, es editor de la Agencia de Noticias Tierra Viva y colabora en FM La Tribu (programas “Algo con Erre” y “Mundo Hormiga”). Trabajó en la cooperativa de comunicación La Vaca y las radios FM Kalewche (Esquel) y la Cooperativa La Brújula (Rosario). Especializado en extractivismo (petróleo, minería, agronegocios y forestales), escribe sobre el acontecer de los pueblos indígenas, organizaciones campesinas y asambleas socioambientales. Colaboró con el Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas (odhpi.org), con el periódico de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y como consultor de Amnistía Internacional. Se formó profesionalmente en la Agencia Universitaria de Noticias y Opinión (AUNO) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). Su primer libro fue Argentina originaria: genocidios, saqueos y resistencias (2010). En la Librería Sudestada de Lomas de Zamora, brindó una charla para profundizar sobre algunas problemáticas como ambiente, pueblos originarios, derechos humanos y democracia.

Compartimos su testimonio:
Sobre la megaminería, hay que ir a Andalgalá y ver la enorme pobreza, la desocupación y la contaminación que hay, es una referencia de los espejitos de colores. Hoy hay una avanzada incluso de sectores progresistas que toman la minería de litio como parte de la solución de la falsa transición energética. Hay muchos ejemplos de las falacias mineras.
Otra pata de la actividad extractiva es el modelo forestal, uno ve árboles y puede pensar que es bueno y no lo es. En Misiones, Corrientes y Entre Ríos es parte del mismo modelo que desaloja comunidades campesinas e indígenas y desmontan el monte nativo para instalar el monocultivo de árboles, que es un bosque artificial, un ejército verde de árboles prolijos y en fila. Allí no hay pájaros, no hay animales, no hay biodiversidad como sí lo hay en los bosques nativos. Alto Paraná es una de las grandes multinacionales de origen chileno que tiene el 10% de la provincia de Misiones.
Otra pata que yo trabajo son las megarepresas, estas tienen buena prensa, muchos de nosotros hemos ido a Mendoza y sacado fotos en los embalses, pero es parte de ese modelo que desaloja campesinos, indígenas, inunda miles de hectáreas, y usa una energía que muchas veces no necesitamos o ¿quién necesita y quién no? Hay algunas megarepresas que se quieren instalar en San Juan y no son para la provincia, sino para alimentar a las mineras. Entonces ¿para quiénes generamos energía?

En Misiones, que hay una gran lucha contra las represas, hace 20 años hubo un plebiscito en el que votaron contra una represa con Paraguay. Desde ese momento se condenó a las represas, y hay una ley provincial que obliga al gobierno de Misiones a llamar a referentes cuando hay nuevos proyectos de represas. Eso nunca se cumplió y hay una nueva represa, Garabí, entre Brasil y Argentina. Ahí los compañeros que resisten usan un concepto que me parece provocador y necesario. Dicen: “¿Por qué vamos a inundar 20 mil hectáreas de Misiones, vamos a desalojar miles de familias, para el aire acondicionado de los porteños? No necesitamos más energía”. Y ahí aparece el concepto “territorios de sacrificio”. ¿Cuáles se sacrifican en pos de otros territorios? Cuando escribí sobre Vaca Muerta me decían “Bueno, pero ¿cuántos mapuche viven en Vaca Muerta?”. Como si fuera una cuestión de reubicar.

Y lo último vinculado a esto es el agronegocio, que la soja transgénica es la más conocida, pero no es la única, y es un modelo que arrasa territorios, que desmonta, y se muestran como exitosos. Hay un sector muy privilegiado del campo que son las patronales, muchas veces, y socios de todos los gobiernos, en contraposición con quienes producen alimentos  como la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra) y como el Movimiento Nacional Campesino Indígena. Y hay varios mitos: se suele decir que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, y es una falacia eso. Produce commodities para chanchos y aves de Asia y Europa. ¿Cuántos de nosotros comemos soja transgénica? Hay que debatir esos mitos sobre el éxito del modelo transgénico ¿exitoso para quiénes? Seguro lo que para Monsanto sea exitoso, no lo va a ser para las madres de Ituzaingó de Córdoba y el movimiento campesino.

En resumidas cuentas, minería, forestales, agronegocio, petróleo, represas, y otras como energía nuclear, son parte del modelo extractivista. Es un modelo que contamina, que roba la tierra a campesinos, pueblos indígenas y familias. Es un modelo que enferma, en Rosario hace poco no se podía respirar, y es un modelo que también mata. 
Recuerdo que hace unos años atrás, Berni era Ministro de Seguridad de la Nación y había estallado un container con pesticida en el Puerto de Buenos Aires. Ese día fue noticia que no se podía respirar. Y varios dijimos: que bueno que la Ciudad sienta por un día lo que es ser un pueblo fumigado. Es lo que sienten cientos de miles de personas en Argentina. El modelo no respeta nada. Incluso hay un gran movimiento de escuelas de pueblos fumigados porque hay chicos escondiéndose de los aviones fumigadores. Imaginemos una escuela de Palermo siendo fumigada por un avión con agrotóxicos, sería un escándalo. Parece que las escuelas de Saladillo o Santa Fe pueden ser fumigadas. 

Es un modelo que tiene efectos ambientales: la argentina es uno de los 10 países que más desmonta. Tiene costos sociales, como los desalojos. El 92% de los argentinos que viven en grandes ciudades es parte de ese modelo. Ni hablar de lo que cuesta vivir en una ciudad, sobre todo los que alquilan. Tiene costos sanitarios. Cuando hablamos de estas temáticas, no solo nos referimos al ambiente, sino a la economía, a la geopolítica, a la salud y a los derechos humanos. Norita Cortiñas ha dicho en varios actos: “Nuestros hijos hoy hubieran luchado contra la megaminería”. Ahí viene el debate.
El otro día en Saladillo habían venido compañeros kirchneristas y se sentían incómodos. Decíamos que teníamos que debatir esto, porque no son el enemigo, pero ¿cómo puede ser que nos conmovemos los 24 de marzo pero después cuando meten preso a Aldo Flores en Catamarca parece que no pasa nada? Por otro lado, es un modelo que no nació ayer. Es un modelo que tiene 500 años. Nos tenemos que hacer cargo de eso. Cuando se decide qué territorio se sacrifica en pos del supuesto desarrollo, se decide qué población es sacrificable.
Donde se va a hacer fracking, agronegocio, deforestación, se está diciendo que esa población se puede sacrificar. Nos tenemos que hacer cargo de eso, incluso en los sectores de izquierda. Una vez un compañero decía “Bueno, pero la minería bajo control obrero…”. Y le dije que no, que no entendemos nada entonces. Algo que solemos decir muchos es que hay que pensar globalmente y actuar en lo local. Porque si uno se pone a pensar que el modelo transgénico está en manos de cinco multinacionales que están en 60 países, es gigante y se corre el riesgo de no hacer nada, pero si lo tomamos desde lo local, incluso en lugares híper sojeros como Río Cuarto, los compañeros logran cosas, logran muchas cosas, como que Monsanto no se instale allí. Entonces no es que no se puede hacer nada, se está haciendo mucho.
Por otro lado, metiéndonos en la democracia -porque hace un tiempo cuando fue el atentado contra Cristina Kirchner, parece que muchos empezaron a valorar la democracia-. A mí lo que se me viene a la mente es que en Andalgalá se habla de dictadura minera, porque no se respetan los derechos básicos. Si sos antiminero y te vas a atender a un hospital, capaz te atienden último. En esta democracia, el modelo extractivo es política de Estado y en esto no hay grieta.  La estructura jurídica de este modelo comenzó con Menem en los 90. Y se aplicó a rajatabla en los territorios y fundamentalmente durante los años del kirchnerismo. Nunca antes hubo tantos proyectos mineros y avance del modelo sojero. Y hay muchos compañeros hablando de derechos humanos, de las corporaciones.  Siguió con Macri, siguió con Alberto Fernández y con el próximo gobierno que venga va a seguir. 
La lucha contra el extractivismo exhibe los límites conservadores de la democracia actual. El otro día en una charla en Gualeguaychú decíamos que parece que porque cuestionamos esto avalamos la dictadura, y no es así. Pero al mismo tiempo, en este modelo 6 de cada 10 pibes son pobres. Y las asambleas ambientales, los pueblos indígenas, los campesinos, lo que dicen es por qué un político, sin importar su partido, en casa de gobierno o en Puerto Madero va a decidir qué se hace en nuestro territorio. Ahí hay una relación entre las luchas contra el extractivismo y todo el proceso que se dio en 2001, 2002.

Muchas asambleas socioambientales, desde Esquel hasta Jujuy, tienen ese germen del proceso asambleario que cuestionó a la representatividad hace 20 años atrás. Al mismo tiempo se plantea por qué se puede votar solo cada dos años. En Malvinas Argentinas en Córdoba, cuando llegó Monsanto para instalarse, los vecinos pedían votar. En el gobierno nacional estaba Cristina, en el provincial estaba José Manuel de la Sota que estaba enfrentado con el gobierno nacional, y a nivel local estaba Daniel Arzani que era radical. Tres signos políticos, que llegaron mediante el voto, se oponen a que la población vote. Parece que votar a veces está bien y a veces está mal. Cuando decidimos nuestro futuro no está bien. ¿Por qué no pudimos votar si queríamos o no el acuerdo con el Fondo Monetario? Y hago ese link porque el modelo extractivo tiene una profunda vinculación con la deuda externa.
Los dólares que se necesitan, que está pidiendo Massa, no son para hacer escuelas, hospitales, comedores, es para pagarle a los acreedores. Hay un componente claramente económico. Hay una cuestión que aprendí de las comunidades: A más extractivismo, menos democracia. El 40% de los habitantes de Choya en Catamarca, está judicializado, denunciado por la minera y el gobierno local, por no dejar que las mineras contaminen el agua. En Neuquén, Vaca Muerta, hay 350 judicializados mapuche. ¿De qué se los acusa? De ser usurpadores de su propio territorio. 
Hay que tener cuidado también con el rol de las organizaciones, creo que todos sabemos que hay una burocracia sindical, una judicial, una política y también creo que hay una burocracia social. Dentro de ámbitos compañeros, tenemos que hacer esa crítica. Debatimos con compañeros que están en el Ministerio de Agricultura y decían que están cambiando la realidad desde adentro. Yo veía que el 95% del presupuesto del ministerio va para el agronegocio. Por otro lado, una crítica que les hice a los compañeros de UTT, que trabajo con ellos, es ¿Cuándo está la autocrítica de haber llamado a votar a un gobierno como este? Todos coincidimos en que lo otro era peor, pero preguntémonos por qué siempre el mal menor. 
Hay algunas cuestiones más complejas con respecto al rol de las organizaciones, como por ejemplo Jóvenes por el Clima, que parecen verdes pero en realidad son extractivos. ¿Por qué se le da voz muchas veces a jóvenes universitarios blancos que hablan inglés y van a las cumbres de la ONU, y no se les escucha a los compañeros jóvenes que militan en los territorios? Recientemente Bruno Rodríguez de Jóvenes por el Clima estaba indignado porque se retiró el barco que estaba haciendo la sísmica en la costa de Mar del Plata, diciendo que somos una colonia sino explotamos nuestros recursos naturales. 
Con respecto a los medios de comunicación, creo que el periodismo es parte del problema, porque no son importantes por lo que dicen sino por lo que ocultan. Busquemos la nota crítica a la represa de Santa Cruz de Página/12 y no la vamos a encontrar. Y busquemos una nota crítica a los agrotóxicos en Clarín y tampoco lo vamos a ver. En Página/12 fue hace cuatro años la última vez que me dejaron escribir sobre minería en San Juan. Por ejemplo Radio con Vos, que es una radio que escucho, tiene una cantidad de publicidades de Syngenta que es abrumadora. Sin embargo, hay medios alternativos, hay que reflexionar sobre qué medios consumimos, en dónde nos informamos, tenemos un poder de decisión ahí. 

Otro aspecto importante para charlar son los pueblos originarios, primero que no son el pasado como nos grafican muchas veces, son el presente y sobre todo el futuro para quienes queremos cambiar algo. El otro día escuchaba a alguien que decía que sólo el feminismo plantea un mundo distinto, claramente lo hacen y yo creo que los pueblos indígenas en todo el mundo plantean hace muchísimo tiempo mundos distintos. Por otro lado son los primeros ambientalistas, el 70% de la biodiversidad del planeta está en territorios casualmente donde viven, trabajan y sueñan pueblos indígenas. Hay una avanzada contra estos pueblos en todo el continente enmarcadas no sólo en sectores políticos sino en el poder judicial, el poder más conservador y retrógrado.
Hay una campaña encarnizada a muchos pueblos indígenas pero especialmente al pueblo mapuche, donde se los tilda de terroristas. La mal llamada campaña al desierto, no era un desierto, era un lugar con vida, con historia, con sueños, con trabajo. Hoy en día también se dice eso, el gasoducto Nestor Kirchner va a pasar por un lugar donde no vive nadie, y sin embargo, allí viven más de 50 comunidades mapuche y también campesinos. No es casual que los llamen terroristas, porque los pueblos indígenas al cuestionar el extractivismo están cuestionando el capitalismo. No podemos hablar de ambiente o de extractivismo sino hablamos del capitalismo. El extractivismo es la herramienta que se aplica en los territorios a rajatabla del capitalismo. 
Además de la mal llamada “Campaña del desierto”, también hubo una campaña al norte, llamada el desierto verde o al cuyo se decía que allí se llevaba el progreso y en realidad lo que se quería era incluir a esos territorios al mercado productivo capitalista, a la cría de ganado masiva, en miles de hectáreas. Casualmente 140 años después se aplica el mismo modelo, se quiere avanzar sobre territorios para aplicar el mismo modelo, hoy llamado extractivo, hay una continuidad en las represiones, en los modelos económico políticos aplicados, como también en las luchas y resistencias.

Las luchas y resistencias 
El 23 de marzo del año que viene se cumplen 20 años del no a la mina en Esquel. Pos 2001, enorme desocupación y crisis, llega una empresa minera a Esquel diciendo que va a dar 2.000 puestos de trabajo y la población de Esquel no le creyó, se organizaron en asamblea y por primera vez se organizó un plebiscito y votaron contra la megaminería en la Argentina, donde el 82% de la población dijo que no. Esquel fue Esquel porque antes hubo un Catamarca, y en Catamarca estuvo la megaminería y quiere volver a estar. Y los compañeros de Esquel lo primero que hicieron fue ir a Andalgalá a ver cómo era y volvieron con compañeros de allá para que cuenten lo que era. Vemos cómo se enhebran las luchas, ninguna lucha nace o comienza sola. Esquel iluminó luchas en los 5.000 km de cordillera y mostró que se podía vencer a las mineras. 
En 2012 Loncopué en Neuquén, un pequeño pueblo de 5.000 habitantes en la cordillera neuquina, una minera multinacional china queriendo hacer minería de cobre y estaba en el gobierno el movimiento popular neuquino, hace 60 años gobierna Neuquén, muy asociado a la familia Sapag. Los habitantes de Loncopué se organizaron, el pueblo mapuche tehuelche, los campesinos y las organizaciones socio-ambientales, y entonces votaron el segundo plebiscito en Argentina porque no querían megaminería. Cuando se agradeció en uno de los discursos se agradeció a Gualeguaychú, que había estado en debate por las pasteras, nacionalizó ciertos debates.
Y es muy loco porque algunos podrían decir que Gualeguaychú perdió, porque la pastera se hizo, Botnia se hizo y no. Primero, sirvió para otras luchas y, segundo, estaban planteadas 4 pasteras y sólo se hizo una. ¿Se ganó o se perdió? No sé, depende de cómo se piense y ahí vuelvo a la cuestión militante y hay que ser más generoso en cómo se evalúan las luchas de otros. 
En Famatina y Chilecito en La Rioja se echó a cuatro mineras, entre ellas, la poderosa Barrick Gold, la mayor multinacional minera del mundo. Hubo un plebiscito, corte de calle, acción directa y cuatro mineras echadas. Malvinas Argentinas en Córdoba, me acuerdo de haber ido y de ver que venían periodistas e investigadores, sociólogos, de todos lados del mundo a ver cómo era ese pequeño pueblo de América Latina que estaba luchando para que no se instale Monsanto. Yo no conozco otro caso en América Latina que una población se organice y diga no esta empresa no se instala acá, y eso es un enorme triunfo. 
Productores Independientes de Piray (PIP), en Misiones, cerca de El Dorado. Una organización que estaba rodeada de monocultivos de árboles de la empresa Alto Paraná, los cercaron no podían vivir, les dejaron 70 metros de lado no más, muchos campesinos se fueron. La comunidad se organizó durante 10 años, lucharon, resistieron y lograron expropiar 600 hectáreas en total, donde hoy en día producen, tienen su propia producción, comercializan alimentos sanos y van a luchar por más hectáreas. La lucha no es una foto, es una película.

Los Pilagá de Formosa, sufrieron una enorme matanza de la gendarmería y de la policía el siglo pasado, mataron a más de 500 hombres mujeres, niños y ancianos, nunca hubo justicia y el predio donde los mataron estaba en manos de la gendarmería nacional. El pueblo Pilagá se organizó, pensó cómo, fijó una estrategia, fue y ocupó ese territorio donde había sido la matanza del Rincón Bomba. Diez años después la federación pilagá tiene una de sus sedes en el lugar de la matanza y logró arrancarle la tierra que estaba en manos de la gendarmería nacional. Y uno dice “guau” qué ejemplo, se lo suele tildar de ser un pueblo tranquilo, puede serlo pero también se le paró a la gendarmería nacional. 
En Misiones, la Represa Garabí que se quiso instalar se juntó la multisectorial, más de 50 organizaciones, los pueblos indígenas, el movimiento campesino, los sindicatos, distintas iglesias, llamaron a votación en las plazas y las escuelas, 120 mil fueron a votar, y dijo, el 95%, que no quiere represas. Tendría que haber sido tapa de diarios. Ustedes ubican algún ejercicio de democracia directa tan grande de 120 mil personas autoconvocándose a votar, tendría que haber sido tapa, pero no lo fue tal vez porque es un mal ejemplo que uno decida su futuro. Mendoza en 2019 el nuevo gobernador radical quiso voltear la ley 7722 que habilitaba la megaminería, salió la población a la calle y el gobernador tuvo que retroceder.
Chubut 2021, porque si bien habían ganado en 2003, no pudieron bajar la guardia, porque casi 20 años después, el gobierno insiste en un mega proyecto en la meseta de la Pan American Silver la mayor empresa minera de plata en el mundo y la gente salió a la calle porque les habían volteado la zonificación. Recordarán las manifestaciones y la represión que hubo. Y el gobernador tuvo que retroceder. Y hay muchos ejemplos de luchas y triunfos.
Hace tres meses en Tatón, Catamarca, se hizo una feria de semillas, en un pequeño paraje de 400 habitantes y ahí se congregaron más de 1500 personas a intercambiar semillas campesinas, en la capital nacional de la megaminería por decirlo de alguna manera, donde el litio, el oro, la minera la Alumbrera hacen desastres, campesinos, indígenas y asambleas se juntan y comparten semillas para la vida, para la agroecología y la soberanía alimentaria. Eso también es un triunfo y fortalece las luchas.
Hace 20 años atrás la palabra agroecología era parte de un círculo de entendidos en la materia, hoy en día sabemos que tenemos derecho a comer alimentos sanos, que es difícil y algunas veces puede ser un poco más caro, puede ser, pero se ha avanzado sobre eso. Las luchas territoriales mostraron que Monsanto es mala palabra. Estos días en la Universidad Nacional de Río Cuarto establecieron que el 16 de junio va a ser el día de la ciencia digna en honor a Andrés Carrasco y eso no fue impulsado por un decano al que se le ocurrió sino por las asambleas y movimientos territoriales de Río Cuarto.
Hay otra ciencia posible de hacer a imagen y semejanza de la que hizo Andrés. Hoy en día tenemos más de 60 cátedras de soberanía alimentaria en universidades públicas del país, las luchas se dan en los territorios y en distintos territorios y también en la academia. Una vez un compañero de Rosario me decía porque luchamos por otros modelos, porque este modelo es injusto y porque sabemos que podemos triunfar. Al mismo tiempo decía que sabemos que podemos perder las luchas. Ahora también sabemos que si no luchamos ya perdimos y no nos vamos a dar ese lujo. Me parece que es una buena forma de entender el periodismo, la militancia y la lucha en el territorio.

Preguntas de la gente: 

Con respecto al trigo transgénico ¿quién lo está tratando en el periodismo?
Tierra Viva -risas-. Varios medios compañeros. Argentina es el primer país del mundo donde se aprueba un trigo modificado genéticamente de una empresa nacional, Bioceres, con el Conicet que se presta al modelo extractivo. Un claro ejemplo de científicos que trabajan para corporaciones es Raquel Chan con el trigo transgénico, ¿Por qué es grave? porque puede ser la primera vez que un producto como este llega de manera masiva a nuestras mesas. La soja transgénica la consumimos muy poco de forma directa, capaz con algunos ultraprocesados. A través de la harina puede llegar el trigo transgénico a nuestra mesa. Hay muchas organizaciones y personas en lucha resistiendo y denunciando esa situación. No ocasionalmente hay un aliado que son muchos sectores empresarios, que por una cuestión de negocios hoy en día están firmando en contra de esa empresa porque saben que pueden perder mercados si se instala lo del trigo transgénico.

Vos hablaste de territorios de sacrificio, en realidad no hay que ir tan lejos, o la Patagonia, acá nomás tenemos un territorio de sacrificio que es El Polo Petroquímico Dock Sud en Avellaneda, estuve trabajando casi 30 años y conozco bastante la desgracia que tiene la gente que vive alrededor y trata de sobrevivir ahí y los trabajadores mismos tenían un escaso nivel de sobrevida una vez que se retiraban de la refinería.
Sí, los barrios alrededor del Riachuelo son parte de esos territorios de sacrificio, no hay que ir muy lejos como decís vos. Hay un discurso sostenido por Jóvenes por el clima, por Gioja y el gobierno es que necesitamos minería, litio y más soja para desarrollarnos. Esto es una falacia. Cito a dos compañeros, Horacio Machado y Marcos Pastrana, que grafican “Justamente nosotros decimos que no a la megaminería, no al agronegocio, no a Vaca Muerta porque eso nos asegura además de contaminación, desalojo y enfermedad, nos asegura dependencia y atraso, por eso es que no queremos el extractivismo. Si queremos vivir en un país independiente y que sea desarrollado en concepto nuestro y no el desarrollo único que nos propone Estados Unidos o Europa”.
Mucho del modelo extractivo no sólo en Argentina sino de América Latina, cuanto más se aplicó a los territorios fue con los gobiernos progresistas o de izquierda. Veamos qué hizo Correa con la Conaie en Ecuador, los criminalizó, los persiguió, los dividió. Veamos qué hizo Evo Morales con los movimientos indígenas y campesinos que eran críticos.

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