Romy DJ, la santa patrona de la cabina

Se ganó el respeto en el mundo de la cumbia por su pasión por esta música y también por ser una investigadora de la historia de este ritmo. Como una piba de barrio y asistente dental llegó desde la fiesta La Mágica a tocar en Plaza de Mayo. ¿Quién es la santa patrona de la cabina?

Por: Dolores Martinez

Desde el sillón, acompañada de su gata y unos mates, la primera DJ de cumbia del país recuerda su sensación de cada madrugada de viernes en la fiesta “La Mágica”. Romina Franco dice que la cumbia entró por la ventana de su antigua casa en Remedios de Escalada. Hoy, ella es más conocida como “La Romy DJ”. Tiene 36 años y dos pasiones: la cumbia y Boca. Aunque de lunes a viernes vive con un traje parecido al de un astronauta con el cual asiste con pinzas, mangueras y taladros a un dentista; los sábados deja ver su melena de rulos anaranjados y sus manos solo están disponibles para lo que la consola dicte y para hacer bailar por Instagram Live a su público que la espera del otro lado de las pantallas. 

Este año, es su décimo aniversario como DJ en la fiesta que la vio crecer y la cumbia ocupa el lugar más importante en su lista de prioridades a pesar de haberse criado a puro rock. Se define como una persona independiente a todo, incluso a su familia, porque siempre hizo su propio camino. En su casa no sonaba cumbia, pero en la de todos los vecinos sí. El ritmo del acordeón de la cumbia santafesina se colaba por todas partes. Desde muy chica, se metió de lleno en el mundo de la movida tropical de los años 90. La pasión que hoy transmite cuando toca se la generó el barrio.

Con mucho amor es como recuerda la última edición de la fiesta antes de que se vea afectada por la pandemia. Su lugar ahí lo consiguió al igual que todas las personas que van a divertirse al compás de sus temas. Fue una salida a bailar la que le cambió el rumbo de su vida porque ahí tuvo su primera charla con Ariel Fligman, el organizador de La Mágica. Todo se fue dando de una forma muy orgánica y con la buena onda que caracteriza a una amistad ella se ofreció a tocar ahí. Entre mensajes, le pasó algunas canciones que terminaron de convencer a Fligman de que ella debía tocar ahí. Desde el viernes siguiente a esa charla en 2010, La Romy ocupa un lugar en la cabina hasta el día de hoy. 

Como Gilda, pero en la cabina

Su espacio, de tanto afecto del público, se asemeja a un altar. La apodaron “la santa patrona de la cumbia” porque su cabina parece un santuario. Todos sus compañeros dicen que es como Gilda, pero viva. De ahí surgió la idea de su amigo, el Negro Mukeño, de hacer una estampita con su foto y una oración por la cantidad de regalos que recibe. Le llevan artesanías, camisetas de fútbol y hasta comida, y a veces piden entrar a la fiesta solo para alcanzarle algo, como si le llevaran la ofrenda a un santo. Una noche, un chef de la zona de Palermo Club le llevó dos sopas, con la cuchara y los panes tostados; Romy no puede evitar la emoción entre risas cuando lo recuerda. 

Entre toda la gente que se une a sus transmisiones hay un grupo de personas que la acompañan desde la primera. Al principio interactuaban mediante los comentarios hasta que se pusieron en contacto y crearon: “Filial Romy DJ”. Una cuenta de Instagram, originada por su público más fiel, está abierta para sumarse cuando quieran y que cualquiera comparta su cumbia de cada fin de semana.   

Su imagen es algo que siempre prefirió resguardar y ese es un beneficio que le da su trabajo como asistente dental. Estar en el consultorio durante el día la ayuda a desconectar, pero también le da un toque de fantasía. A la noche se transforma al estilo de la Cenicienta; nunca creerían que es la misma persona que está en el consultorio. Además de que su trabajo cotidiano le da tranquilidad económica para ella y su hija Tinkay, reconoce que, le interesa mantenerlo porque ser una trabajadora, junto con la educación que recibió, hace que no se le suba el ego por la popularidad.

Claro que si solo se dedicara a ser asistente dental, su felicidad quedaría opacada. Por eso, con el pasar de los meses en aislamiento resignó su exposición y debió mostrar algo de su intimidad a cambio de volver a sentir el calor de su audiencia. Transmitir en vivo le daba vergüenza, pero hoy reconoce que a partir de esto la conoció mucha gente. Además de los sábados, se conecta para revivir las previas de los partidos de Boca y alguna que otra vez le pone música a las tardes. La cuarentena la hizo crecer en redes sociales. Ella lo único que quiere es estar pasando música en un boliche. “La cumbia me da una explosión y un vuelo que hace que me vida sea alucinante y me da fuerza para afrontar la monotonía del trabajo diario”, cuenta Romy.

“Si te llueven hielazos, tirá humo y te sacamos”

En 2008, Romina decidió invertir en una computadora con la que seleccionó temas sin saber que esa iba a ser su primera discografía. Con esas canciones tuvo su primera hora de fama en Santera, una fiesta en Niceto Lado A y desde esa primera vez, se dio cuenta de que no quería solamente pasar música, sino que le interesaba la cuestión cultural de la cumbia y poder explicarle a la gente de qué se trata. Dos años después llegó a La Mágica y a medida que la fiesta iba creciendo ella supo que tenía que seguirle el ritmo.

Después de haber estado en el lugar indicado esa noche de 2010, se siguió instruyendo antropológicamente de la movida tropical. Para renovar su repertorio, con el pasar de los años, viajó a Santa Fe, al Norte argentino y a México, con el fin de conocer la historia de la música y compartirla. Eso es lo que vio Fligman: además de su desempeño, una chica con mucho barrio y cultura musical que ayudó a forjar, junto con el resto del equipo, la fiesta que se había iniciado como un proyecto entre amigos.

El conocimiento la ayudó a ganarse el respeto dentro de una movida con fuerte índole machista y prejuiciosa. Romina, de tez blanca, ojos celestes y cabello pelirrojo, destaca que su misión es romper con el ninguneo de la gente de la cumbia por su apariencia y, por otro lado, hacer “bailar a los chetos” sin dejar de explicarles que no es un chiste. Su objetivo es hacerles saber que cada canción tiene una historia, que viene de un lugar y que significa algo. De esta manera consiguió el apoyo de Pablo Lescano quien en 2018 la invitó a ser parte de su show en dos ocasiones, en el Gran Rex y en el Luna Park, porque sabe que a ella le gusta la cumbia, pero sobre todo que la respeta. 

“Alguien que siempre va por más”, así es como ella se autodefine. Sus metas parecen inagotables desde que cumplió la primera en 2015: pasar música en Tropitango, el emblemático baile de cumbia de Zona Norte. Debutó como invitada en el horario central y no se olvida las palabras de Ricky, el dueño del boliche, antes de subirse al escenario: “Si te llueven hielazos, tirá humo y te sacamos”. Gracias a que esa noche no voló ni un hielo, fue ganando reconocimiento y, el mismo año, la llamaron por primera vez para pasar música en Plaza de Mayo. Estuvo toda la tarde y solo bajó la música para que hablara Cristina Fernández de Kirchner, a su lado. La segunda oportunidad fue en 2019, en la asunción de Alberto Fernández, donde casi se le derrite la computadora por el calor que hacía.

Cada vez que suena una cumbia

Un pilar en su vida es la fe. Convencida, afirma que sin creencia se desvanecen las posibilidades y las ganas de trabajar para que las cosas ocurran. Todo lo que alcanzó en la vida se lo atribuye en parte a la figura del Gauchito Gil, imagen que lleva a cada lugar donde le toca trabajar, porque prometió tenerlo presente y divulgarlo. Se percibe a sí misma como una soñadora, con una faceta mística muy presente que se refleja cuando escucha a Leo Mattioli y siente su presencia cerca; por eso es que no se toma a la ligera su trabajo. 

Su trayectoria también remite a otros formatos como la radio o el streaming. Tuvo la posibilidad de tener sus programas en “Radio Atomika” y “FM Pasión” y durante la cuarentena participó de “Sin miedo”, un programa emitido por YouTube, donde junto con Chanchin de Supermerk2, entrevistaron a diferentes músicos y cantantes. Hoy tiene un nuevo proyecto audiovisual en mente: “Me gustaría evaluar una canción o un disco con sus mismos creadores. Desmenuzarla y prestarle atención a la letra, los instrumentos y hablar del estilo”. Sueña en voz alta la DJ.

Para cruzar la línea de llegada en su carrera solo le falta tocar en la Bombonera. Todos los días la observa desde la terraza de su casa en La Boca y piensa que, más allá de su propio deseo, pasar música en la cancha de Boca sería una conquista para todas las mujeres. “En el mundo de la cumbia fui como un rompe-hielos para que un montón de chicas se animen a ser DJs”, comenta Romy. 

Si bien Romy también tiene otros hobbies, como andar en bicicleta de pista, escuchar al Indio Solari con admiración y la decoración, la melómana de la movida tropical planea seguir acumulando logros y compartiendo la pasión que la atraviesa cada vez que suena una cumbia.

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