Salir del closet

Contar la verdad, destapar el velo, dejar de esconderse y salir del closet. Hablar de la vida sexual en el plano familiar suele ser complejo porque los tabúes siempre se ponen en juego. Para la mayoría de las personas que no son heterosexuales ese momento marca un antes y un después. Luego, escapar del anonimato se vuelve un hábito constante. Este 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTTBIQ+, Sudestada recopiló algunas de estas historias reales.

No soy lesbiana, soy bisexual.
Micaela, 27 años

Lo primero que le dije a mi mamá fue que era lesbiana. Porque ver porno entre mujeres, coger con mujeres, tener amigas que cogen con mujeres es, confirmadísimo, ser lesbiana. Y porque si le decía otra cosa a mi mamá lo único que iba a hacer era confundirla más. El paso siguiente que ella dio fue mandarme al psicólogo, como lo hacen muchas madres cuando se enteran que su hija efectivamente es lesbiana. Yo creía que mi familia no era católica, pero extrañamente este señor atendía en una parroquia. Por suerte, era uno de esos psicólogos progres que entendía que no había nada de malo en coger con las mujeres que mi mamá creía que eran mis amigas. Después de tres años de terapia ininterrumpida una vez por semana, le presenté a mi vieja un novio varón. Claro, la familia creyó que “me había curado”. Santo remedio. Todxs omitieron la pregunta, por las dudas, a ver si salía con alguna otra cosa extraña. Yo misma me lo creí un poco. Hasta que un día, en un boliche, una morocha me dio un beso. ¿Otra vez esta historia? Y sí, resulta que después de mucho tiempo me di cuenta cuál era la noticia que le tenía que decir a mi mamá: “Hola vieja, no soy lesbiana: soy bisexual”.

Trinchera
Mariana, 30 años

Salir del closet no es un quiebre en la vida, ni una revelación divina de quién sos, es un proceso de autoconocimiento y autoaceptación. En este mundo heterocis normado, el deseo aparece tapado por mandatos que no le permiten conectarse a una con lo que le gusta. En mi caso siempre me gustaron las mujeres, no fue hasta que dos amigas empezaron a salir que me di cuenta de que yo también podía vivir libremente mi sexualidad, y ya tenía más de 20 años. Entonces salí del primer closet: mis propios prejuicios. A partir de ahí, nunca dejé de salir de closets. Les amigues, la familia, les compañeres de trabajo. Hasta que me choqué con la palabra lesbiana como una identidad política desde la cual pronunciarme. Ahora el closet lo tengo reservado para los viejos cacharros binarios y heterosexuales, y un par de ideas que me fueron quedando viejas. Ese espacio imaginario sirve como trinchera, estando ahí nadie sabe que no formás parte de la normalidad, por lo tanto, es un lugar seguro. Pero también representa una cárcel, hay gente que nunca se admite a sí misma que está en esa situación y vive así toda su vida.

Una salida amigable
Luca, 23 años

Los catorce años me regalaron una salida del closet amigable. Un contexto soñado. Imaginen a un adolescente de esa edad en un viaje de estudios por el Caribe venezolano, donde una noche en el hotel donde se hospeda es la oportunidad perfecta para perder la virginidad. Vuelve a la Argentina con un pensamiento concreto e inflexible: le gustan los varones. Lady Gaga lanza su álbum “Born This Way” y es el impulso perfecto para contarlo en el aula. El chico es popular y todos lo aplauden mientras desfila por el salón bailando “Judas” a todo volumen. Hablan de sus agallas. De su valentía. De su indiferencia. Pero ese chico en realidad tenía mucha suerte. Porque sus padres le hablaron de la sexualidad desde chico. Porque pudo mandarles un mensaje de texto contándoles todo sin miedo de recibir una piña. Porque en vez de una piña recibió un abrazo. Ese chico soy yo y hoy entiendo que no soy un valiente, ni tampoco un cobarde; soy alguien que recibió amor. El mismo amor que construyó una casa en mi pecho donde podrán hospedarse todxs aquellxs a lxs que la valentía no les alcance. Porque les que aprendimos a ser libres, también aprendimos a ser familia. Ya hace tiempo cambiamos los armarios por enormes ventanales.

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