Solange: Un adiós sin despedida

Solange Musse tenía 35 años y un cáncer terminal. Su padre manejó 40 horas para estar con ella y darle el último adiós, pero las trabas sanitarias no le permitieron ingresar a Córdoba.

La historia de Pablo y su hija Solange se hizo pública cuando el papá recurrió a los medios para relatar que, pese a haber tramitado los permisos correspondientes, a él y a su cuñada el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) de Córdoba los hizo regresar a Neuquén sin poder llegar hasta Alta Gracia, donde Solange atravesaba la etapa crítica de un cáncer terminal. “Mi hija tiene cáncer desde hace diez años. Yo sé lo que es la fase cuatro y quiero verla ahora para después no verla más. Hace rato que venimos acompañando este proceso y sé lo que implica”, dijo con tristeza Pablo. Tres días después, él mismo comunicaría el fallecimiento de su hija, sin haber podido reencontrarse con su hija.

Una semana atrás, Solange había difundido una carta narrando el conflicto burocrático: “Hola, soy Solange Musso, hija de Pablo Musso y sobrina de Paola Oviedo. Quiero que entiendan que mientras viva tengo mis derechos, quiero que sean respetados. Lo escribo porque no puedo hablar mucho, lo que han hecho con mi padre y mi tía es inhumano, humillante y muy doloroso. Siento tanta impotencia de que sean arrebatados los derechos de mi padre para verme y a mí para verlo. ¿Quién decide eso si queremos vernos? Acuérdense, hasta mi último suspiro tengo mis derechos, nadie va a arrebatar eso en mi persona. Lo único que necesito es que escuchen a mi familia y a mí… Ansiaba ver a mi tía y a mi papá. Estoy muy triste por todo lo que le hicieron a los dos, los trataron muy mal, los maltrataron, hicieron lo que quisieron como si fueran delincuentes… Amo a mi familia y nadie va a hacer lo que quiera con ellos. Quiero que quede bien claro todo esto. Gracias por difundirlo”.

Como cada vez que decisiones importantes en plena crisis quedan en manos de incapaces, insensibles o imbéciles, otra vez el Estado confirma que la desidia es una parte determinante de su funcionamiento cotidiano. Allí donde debe actuar rápido de reflejos y sensible a casos que requieren una lectura humana, impone sus normas con la rigidez de una mole ciega. Ahora, cuando los que se trasladan, viajan o se reúnen en plena cuarentena son los sectores del privilegio, la farándula local, los “vecinos bien” o los dueños de empresas, allí ese mismo Estado es garante de los poderosos que siempre ganan. Por culpa de esta lógica perversa, Solange se fue sin un último adiós de su papá.

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