Yaguaretés al borde de la extinción

Por Valeria Foglia | @valeriafgl

El yaguareté está en peligro crítico de extinción: quedan menos de veinte ejemplares en el Gran Chaco argentino. Se sumaron nuevos hechos en el marco del amparo que Greenpeace presentó en 2019 ante la Corte Suprema para proteger al felino de la violación de la ley de bosques por parte de Chaco, Salta, Santiago del Estero, Formosa y el Estado nacional. Esta vez la presentación apunta directamente contra el Gobierno de Jorge Capitanich.

Hernán Giardini, coordinador de bosques de Greenpeace, explica a Revista Sudestada que el objetivo es que la Corte suspenda los desmontes hasta que se pronuncie por la cuestión de fondo, esto es, si los prohíbe completamente en territorios del yaguareté. Con la firma de Natalia Machain, directora ejecutiva de la organización ambientalista, y el abogado Enrique Viale, el texto describe hitos ambientales negativos de Chaco: Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN) vencido desde 2014; 390 668 hectáreas desmontadas desde 2007, cuando se sancionó la ley 26.331 de bosques; puesto número uno como provincia más deforestada, con 130 487 hectáreas menos entre 2016 y 2019, a las que se suman otras 13 128 durante las restricciones sanitarias en 2020.

“Hemos presentado todas las pruebas de cómo la provincia ha fomentado el desmonte”, dice Giardini. La gestión de Capitanich incluso ha violado el fallo judicial de la Sala Primera de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que en noviembre de 2020 suspendió permisos desde 2014 al presente. Desde entonces hasta abril de 2021, como se comprobó con un monitoreo satelital realizado por Greenpeace, se perdieron 7811 hectáreas de bosque de algarrobos y quebrachos.

En junio, mismo mes en que recibió la visita de Juan Cabandié, ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el Gobierno de Capitanich avanzó con todo en dirección opuesta al cumplimiento de la ley de bosques: convocó a audiencias públicas para autorizar el cambio de uso de suelo (nombre elegante para la deforestación) en ocho fincas y decidió actualizar el OTBN mediante talleres en distintas localidades pese a restricciones de circulación y problemas de conectividad para comunidades campesinas e indígenas.

Somos Monte Chaco denuncia que, tras invitarlos a la reunión entre el gobernador y el ministro, “nos plantaron y se reunieron a escondidas”. Junto a otras organizaciones sociales y ambientales abandonaron la mesa de diálogo y cuestionaron que el Gobierno “inició el proceso de participación sin que la mesa creada para diseñarlo haya arribado a la elaboración y aprobación de un plan”. Capitanich llegó al extremo de presentar un mapa final de la actualización del OTBN que no fue elaborado por la mesa técnica.

Capitanich se caracteriza por sacrificar bienes comunes -en 2020 fue pionero en firmar con una empresa china para instalar megagranjas porcinas-, pero no está solo: Gustavo Sáenz en Salta tiene sus propios hitos de destrucción de bosque nativo y avasallamiento de comunidades.

Expulsan al yaguareté y las comunidades

“Es un verdadero ecocidio lo que ha sucedido en los últimos treinta años con los bosques, y la situación ya no da para más”, protesta Giardini. El 60 % del Gran Chaco, el segundo ecosistema forestal más grande de Sudamérica después del Amazonas, está en Argentina, donde atraviesa las cuatro provincias demandadas, que concentran el 80 % de la deforestación del país. “Se han perdido en treinta años ocho millones de hectáreas de bosque, fundamentalmente por agricultura y ganadería, que en general termina exportándose a China y Europa”, detalla.

Aunque en 2001 el yaguareté fue declarado “monumento natural nacional”, máxima categoría de protección, ahora necesita abogados. A fines del siglo XX ya se había extinguido en el noreste, pero recientemente se lo reintrodujo en los Esteros del Iberá. De los doscientos cincuenta que quedan a nivel nacional, en la región chaqueña hay menos de veinte. “Argentina es el país de Sudamérica en el que menos se encuentran”, alerta Giardini.

La Panthera onca necesita cerca de cuarenta mil hectáreas continuas de bosque para su alimentación y reproducción, pero en Argentina su territorio se redujo en los últimos dos siglos a solo un 5 % de la superficie original y está cada vez más amenazada. Giardini enumera los peligros: degradación y pérdida del bosque por tala y ganadería, fragmentación del territorio por desmontes y hasta caza ilegal. “También hay conflicto con los ganaderos porque, al perder la posibilidad de cazar a otras especies -como los tapires y otros animales que consume-, a veces termina agarrando algo del ganado”, agrega.

De nada sirven las distinciones al yaguareté si no se protege su territorio. Giardini opina que en Argentina, donde la mitad de la deforestación es ilegal, las multas son “muy bajas” y no alcanzan para frenar la actividad: “Por eso hace tiempo venimos reclamando que hay que penalizar el desmonte”.

Los Gobiernos casi no controlan el cumplimiento de la ley y, en algunos casos, como en Chaco y Salta, autorizan desmontes en zonas donde no está permitido, ya sea con cambios de categorización o zonificación a pedido de los terratenientes (en fincas que luego no se restauran) o introduciendo la ganadería silvopastoril, que es, en palabras de Giardini, “dejar unos pocos árboles en pie, poner pasturas y considerar que eso sigue siendo un bosque cuando no lo es, es un desmonte diferido en el tiempo”.

“Hay una completa connivencia y complicidad de los Gobiernos y sus planes de expansión agropecuaria con las entidades rurales que reclaman más áreas para deforestar”, opina el referente de Greenpeace. “Ponen en serio riesgo al yaguareté y otras especies, y por supuesto generan conflictos” con las comunidades campesinas e indígenas del Gran Chaco, para quienes el bosque es “su casa, su farmacia y su almacén”, permanentemente desalojadas por grandes terratenientes de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba que compran la tierra muy barata en el norte del país.

El experto considera que Argentina debe fijarse la meta de “deforestación cero” en el corto plazo, priorizando el manejo forestal sustentable, la agricultura familiar y las actividades de pequeños productores locales. Tres décadas de deforestación, que pusieron a Argentina entre los diez países que más bosque perdieron, demostraron que es “un negocio de grandes terratenientes”, mientras las provincias que lideran los desmontes siguen siendo las más pobres. Las consecuencias del “progreso para pocos” las vive el pueblo con desalojos, represión, pérdida de biodiversidad y problemas para acceder a alimentos.

Menos bosques, más crisis climática y ecológica

Giardini es categórico: “La deforestación está generando cambio climático, inundaciones, pérdida de biodiversidad, el desalojo de comunidades campesinas e indígenas y la posibilidad de cada vez más enfermedades. En este marco de crisis climática, de biodiversidad y sanitaria en el que estamos, la pérdida de bosques nos puede poner en mayor riesgo de pandemias”.

A este ritmo de deforestación es imposible que el bosque nativo logre la resiliencia y se recomponga el corredor biológico para el yaguareté y otras especies como tortugas, osos hormigueros, tatús carretas, corzuelas y quimileros. Sin herramientas naturales para mitigar la emergencia climática y biológica, los anuncios de una tímida reducción de emisiones hacia 2030 y 2050 por parte de Argentina valen menos que papel mojado.

La deforestación es “una de las principales causas de emisiones en Argentina”, afirma Giardini, quien habla de un aporte del 40 % si se suman las de la agroganadería. La “deforestación cero” y el avance hacia energías renovables son claves a la hora de abordar los compromisos climáticos asumidos por Argentina.

Además de capturar dióxido de carbono y contener la mitad de la biodiversidad del país, los bosques también amortiguan inundaciones, cada vez más recurrentes en la región a causa de la crisis climática. “Una hectárea de bosque chaqueño absorbe en una hora cerca de trescientos milímetros, mientras que una con soja solo treinta, y una con pastura para ganadería cien milímetros”, detalla el especialista a partir de datos del INTA.

Aunque clima y biodiversidad no pueden pensarse ni abordarse separados y juegan un rol esencial para el futuro de la humanidad, como sostiene un informe publicado por la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, en Argentina siguen los compromisos abstractos y formales. Mientras Cabandié celebra en redes sociales la reintroducción de yaguaretés a áreas protegidas en Chaco y Corrientes -en enero llegó a agradecer a Leonardo DiCaprio por “ayudar a poner en valor” la especie-, el comunicado tras el encuentro con Capitanich mencionó una “agenda ambiental” que incluye tratamiento de residuos y un parque nacional en la laguna El Palmar, pero ni una palabra sobre la ley de bosques, la deforestación récord o las dificultades para comunidades, yaguaretés y otras especies que viven del bosque chaqueño, su territorio ancestral, hoy arrasado por las topadoras.

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