Una mujer trans murió abandonada por la Municipalidad de Dolores.
En un cajón que parecía de cartón. Así la enterraron a Agustina. Toda su vida atravesada por la violencia, el trans-odio y la desidia estatal. Agustina vivía en Dolores, Provincia de Buenos Aires, en una casa muy pequeña que compartía con otras ocho personas. Dormía en un colchón tirado en el piso. El propietario de la vivienda era familiar suyo y la golpeaba. Muchas veces tuvo que dormir en el banco de la plaza central.
Agustina murió por una infección en una muela. Venía tomando antibióticos desde diciembre pero no podía ir al hospital. No podía seguir soportando el maltrato y la discriminación a la que la sometían por tener VIH. Producto de esa infección le apareció un tumor en la cara. Cuando no pudo más, ya había metástasis. Necesitaba tratamiento oncológico.
Agustina quería vivir. Siguió luchando hasta sus últimos días para que le reconocieran sus derechos. La Cámara de Mar del Plata había ordenado que se le otorgara una vivienda digna, pero la municipalidad nunca cumplió con la sentencia.
A Agustina la mató el abandono, la crueldad, la indiferencia de un gobierno que no le permitió dignidad ni siquiera para enterrarla.