Parir en casa: relatos de partos planificados en domicilio

“Parir en Casa” es un libro de relatos de partos planificados en domicilio compilado por Bárbara Lorenzo. Las historias están enmarcadas dentro de un modelo de atención seguro que implica asistencia profesional, criterios, guías de atención y recomendaciones sobre en qué contextos y bajo qué condiciones es posible planificarlos. La intención de este libro no es instalar esta opción como única o universal, sino acercar otra manera de entender y vivir el nacimiento y, ante todo, rescatar las voces de quienes a conciencia y con información eligieron cómo, dónde y con quién parir. A continuación compartimos un el primer relato del libro.

Por: Bárbara Lorenzo

Ana
“Otra mujer, una madre”

Día 21 de abril de 2010, me levanto con ganas de poner linda mi casa, sintiendo que se acerca el momento. Llamo por teléfono a una amiga, “obvio que voy”, me dijo Ingrid. Viene a casa con otra chica, flores, un budita y más cosas lindas para decorar. Limpiamos. Armamos el altarcito. Charlamos, siguen llegando amigas y mi prima. Esa noche, cuatro de ellas se quedan a dormir (¡si es que se puede decir que durmieron!). Armaron pijamada en la habitación y, ventana de por medio, yo estaba en el sillón que estaba en el living, sentada, meditando de a ratos, respirando, intentando relajar.

De pronto ¡una contracción! ¡guau! Dolor. Y siguen, y respiro, y me duele, controlamos, son seguidas, llamamos a Sole, la partera, que casualmente vivía a la vuelta de casa. Ella me escucha, me tranquiliza y me dice que me duche, que tome un tecito, que intente descansar y que, si la necesito, la llame y viene. Pero no, si bien las contracciones eran seguidas, quizá cada seis minutos, no lo sé, no sentí llamarla. Alrededor de dos horas así, con mis amigas conteniéndome y mimándome.

No recuerdo muy bien esos momentos, pero lo próximo que recuerdo es estar en la habitación, escuchando gente que viene, gente que se va, viene Nacho, un amigo osteópata, me hace masajes, vienen Sole y Fran, pero no recuerdo mucho la charla. Sé que en un instante le agarro el tobillo a Nacho y le digo que basta, que no quiero más masajes, los parteros me invitan a meterme en la bañadera (previamente limpiada por Clari y Gabu, unas grosas) (12:45 horas), me meto, agüita tibia, placer, relajación, silencio (como si se hubiesen ido todos), dos minutos y ¡contracción! Y dolor, y siento que me parto al medio, contracciones, y solo me sale gritar.

Me siento ahogada en el agua y el baño pequeño, salgo de la bañadera, me siento en el inodoro, con cada contracción un grito, salgo del baño, en cuclillas en un rincón del living, Fran y Sole sosteniéndome, diciéndome que puedo, que yo lo elegí, sé que en alguno de esos momentos le clavé las uñas a Fran con mucha animalidad. En un instante, me doy cuenta de que en living estaban mis amigxs sentadxs, meditando, ocho de ellos. Aunque las mujeres no tenían los ojos tan cerrados, atentas a ver qué necesitaba. Paso finalmente a la habitación, nuevamente en cuclillas, y ya ese dolor y fuerza de saber que estoy rompiéndome al medio. Levanto la cabeza y las veo, las chicas paradas, dos en la puerta, dos en la ventana, Fran me sostiene y me dice “ahí viene, ¡recibila!”. Pongo mis manos y sale la cabecita de Ana, y luego todo su cuerpo (15:35 horas). Fran la agarra un segundo, saca la vuelta de cordón de su cuello y me la devuelve, y la pongo contra mi pecho y nos miramos, y otra vez, estaba en otro mundo, completamente renovada, otra mujer, una madre.

Cuando es tiempo, cortan el cordón, luego el alumbramiento, licuado de placenta con naranja preparado por In, no sé en qué momento llegó el papá de Ana. Me revisan y está todo bien. Llegan más visitas, mis padres, mi prima, mi hermano y su familia. Gera y Nath son los encargados de cuidarnos la primera noche a Ana y a mí. Y luego se fueron turnando, amigos, mi madre incondicional. Y luego… el comienzo de una nueva vida juntas.

Elegí parir en casa porque quería un parto con gente que ama, apoya, acompaña y respeta los procesos del nacimiento, que lo ven como una celebración y no una enfermedad. Porque quería estar presente, consciente y poder elegir en cada paso, detalle y momento del proceso. Porque sé que puedo y quiero. Haberlo hecho me transformó como mujer, me hizo estar más en contacto con mi fuerza, mis miedos, mi poder. Me convirtió en una mujer más conectada con su sexualidad, conectada con el cuerpo y la mente. Hizo que pueda volver a confiar en los profesionales que acompañan los nacimientos, saber que existe la oportunidad de cambio y que un mundo diferente es posible. Solo hay que elegirlo y hacerse respetar“.

Angie

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