Los negocios detrás del modelo extractivista

Sólo durante la cuarentena, en el país se perdieron más de 70 mil hectáreas de bosques nativos. El ecocidio, causado por las deforestaciones y los incendios que genera el agronegocio, está poniendo en cuestionamiento el modelo de producción extractivista.

Por Fundación Metáfora
Foto Guillermo Turin

La Federación Agraria estima que hay más de 48 mil hectáreas de bosques cordobeses arrasados por el fuego. Juan Schiaretti, el gobernador de la provincia, no dudó en atribuirle las causas al clima cuando el 23 de agosto twitteó: “Cordobeses, el clima nos castiga por ser un año tan seco y con mucho viento”. Sin embargo, estos incendios son intencionales y su motivación está asociada a dos factores económicos: por un lado el de los productores agropecuarios, que tienen el objetivo de eliminar los pastos secos y favorecer el rebrote de pasturas nuevas para la cría intensiva de ganado y para la expansión de los monocultivos; por el otro, el del negocio inmobiliario que busca edificar sobre esas tierras.

“A los medios les gusta hablar sobre ‘catástrofes naturales‘, cuando en realidad se trata de incendios intencionales que se dan por la presión inmobiliaria y por querer seguir profundizando el agronegocio”, explica Daniela González, licenciada en Gestión Ambiental Urbana y parte de Raíces Urbanas. Una vez más el Estado se ausenta, beneficiando el negocio de unos pocos.

La organización Greenpeace estima que se han perdido más de 29 mil hectáreas de bosques nativos; principalmente en las provincias de Salta, Chaco, Santiago del Estero y Formosa, que concentran el 80% de la deforestación en Argentina. Esta problemática socioambiental también tiene como objetivo el lucro económico de los grandes productores. Una de las consecuencias de esta práctica es la que nos ha traído hasta donde estamos ahora: al deforestar, se genera una pérdida de la biodiversidad. “Muchos de los animales, por no tener el hábitat que necesitan, terminan llegando a la ciudad.  Esto genera que aquellos virus que estaban contenidos dentro de esos ecosistemas empiecen a tener contactos con los humanos. Eso es lo que está pasando ahora, así se generan nuevas enfermedades”, señala González.

Este fenómeno se vería potenciado por el acuerdo económico entre Argentina y China, que implica la instalación de granjas industriales de cerdos en el norte. “Para poder tener una mega granja de chanchos, por un lado, es necesario disponer de al menos 17 mil hectáreas sin árboles, sin bosques, donde construir la granja. Y, por otro lado, deberíamos aumentar la producción de monocultivo de soja, maíz y otro tipo de cereales para poder alimentar a esos animales. Para eso, necesitamos tierras donde sembrar”, detalla Nicolás Fiedotin, director de Fundación Metáfora.

En este contexto, donde la crisis y  la desigualdad se ven potenciadas por la pandemia, el negocio con China aparece como una promesa de prosperidad económica. Sin embargo, se trata de una salida rápida que va a seguir profundizando la emergencia actual, ya que no se tienen en cuenta los costos humanos y ambientales que este acuerdo supone.

“Nos quieren hacer creer que todos los negocios inmobiliarios, el agronegocio y los monocultivos nos van a enriquecer de alguna manera, pero eso es falso. No solo tenemos un impacto ambiental gravísimo, sino que además la riqueza económica que se genera queda concentrada en pocas manos. Los dólares que supuestamente se generan por la exportación no quedan en Argentina, sino que se fugan del país. Entonces, la riqueza generada va a parar a paraísos fiscales. Para nosotros solo quedan comunidades pobres, una tierra devastada y la pérdida de biodiversidad. Todo para favorecer a unas pocas personas”, advierte Fiedotin.

Lo que tienen en común estas formas de producción es que forman parte del mismo paradigma y se enmarcan dentro de un modelo extractivista que consiste en utilizar los recursos como si fueran infinitos. Se trata de un sistema que arrasa contra la naturaleza y pone el lucro económico por sobre la vida. “Es un sistema enfermo que no puede subsistir porque es irreal. Existen estadísticas sobre cuántos planetas necesitaríamos para sostener nuestro nivel de consumo actual, y estas ya indican que requeriríamos más de un planeta y medio. Que sepamos tenemos uno solo, entonces ¿qué hacemos con ese medio que nos falta? Este modelo es insostenible, porque ya desde la base plantea la necesidad de más recursos de los que tenemos”, concluye González.

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