Abolicionismo: una bandera de lucha

Desde el inicio del 2020 hasta el último día de agosto, la Línea 145 de Asistencia y denuncias por trata de personas recibió 1.082 denuncias, según indica el Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las personas damnificadas por el delito de trata del Ministerio de Justicia. En el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, recordamos esta nota de Florencia Guimaraes, transfeminista y sobreviviente del sistema prostituyente. “El abolicionismo no ataca a las personas en situación de prostitución sino a los prostituyentes, tanto proxenetas como los mal llamados clientes”, sostiene.

Por Florencia Guimaraes*

“Siempre me pregunté cuál es la fantasía de aquellos que jamás han sido prostituidos.

Cuán fantasioso es imaginar el momento en el cual una persona es abusada, humillada, maltratada; es decir oprimida. Cómo imaginarán esa relación entre el prostituyente y la prostituida. Será entonces que creen, que sienten, que esa es una relación de pares, de cordialidad, de respeto, de acuerdos sobre el placer mutuo. Si tanto imaginan, si fantasean, les propongo imaginar que cuando una mujer, niña, travesti o trans tiene que subir al auto de un extraño sin saber la ruta, se pregunten qué hay en ese auto, cuán consciente se es, lo que siente, lo que se piensa, lo que se confirma es el miedo, el pánico y la desorientación. Les propongo pensar, como final abierto, si es una fantasía o una realidad volver con vida. Les propongo a la fantasía incorporarle sensaciones, por ejemplo, asumamos que es placentero cualquier olor, cualquier palabra, cualquier control del cuerpo, sentir que alguien o algo descarga su odio dentro de tu boca, controla tu cuerpo, descarga en tus tetas, en tu culo, en tu espalda, en donde él quiere. Propongo pensar en esa fantasía, en que te aprieten la cabeza, la controlen y te obliguen entonces a sentir en la garganta cualquier sabor, a tolerar en la nariz cualquier olor. Y no te lo plantean, te obligan a realizar sus fantasías y con ello su dominación, donde el único guión es cumplir sus siniestros deseos. En esa fantasía, el orto es la pirámide de su control. Ahí mide su fuerza, su superioridad, su carácter, su personalidad. Lo que se descarga en el orto, mi orto, confirmará su fantasía. Entonces, ese orto se convierte en cuerpo despreciado, usado. Él descargó. Lo usó como un pedazo de carne, lo masticó y lo escupió”.

Este relato expresa un cuestionamiento recurrente a partir de mi experiencia como sobreviviente del sistema prostituyente y en relación a afirmaciones que trascienden desde una posición que deja ver a la prostitución como un espacio donde hay lugar para el placer y la elección de la persona que es prostituida. La respuesta que da mi propia experiencia y la de mis compañeras en situación de prostitución posicionaría esa afirmación de la libre elección en un mito.

El mito neoliberal y patriarcal de la libre elección. ¿Quiénes somos las que le ponemos el cuerpo y las emociones al sistema prostituyente? ¿En qué circunstancias y con cuáles opciones? Somos nosotras las travestis, mujeres, niños y niñas empobrecidas por el sistema capitalista, quienes llenamos los campos de concentración y torturas llamados saunas, cabarets, wiskerías, y esas esquinas donde contradictoriamente dejamos nuestra integridad para poder subsistir. El 90 por ciento de las personas travestis y trans tenemos como único medio de subsistencia la prostitución y este porcentaje coincide con el lugar que se les asignó a las travestis dentro de la sociedad, o valdría preguntarse entonces por qué no encontramos travestis maestras, abogadas, doctoras, diputadas, vendedoras, mozas, salvo raras excepciones. La respuesta la podemos hallar en la expulsión del sistema educativo y en la falta de políticas públicas que favorezcan la inclusión social y laboral, y al mismo tiempo en la opresión que el patriarcado ejerce sobre los cuerpos que rompen con el binarismo establecido renunciando a los privilegios que te otorga portar el falo, siendo confinadas a una feminidad al servicio de las masculinidades. Este confinamiento en la prostitución es la raíz de una expectativa de vida que no supera por lo general los 35 años, siendo la primera causa de muerte las enfermedades de transmisión sexual, la segunda es la adecuación del cuerpo a los estereotipos establecidos por el sistema prostituyente y la tercera, las violencias vividas y naturalizadas bajo la opresión patriarcal en sus diferentes expresiones. Nos encontramos entonces ante los travesticidios no sólo como crímenes de odio donde la violencia física acaba con la vida de las travestis, sino también con los padecimientos que acarrea el sistema opresor y excluyente en el cual quedamos entrampadas, el que llamamos travesticidio social.

Por todas estas cuestiones que no sólo padecí sino que también padecen mis compañeras, y por creer que la prostitución es una violación a los derechos humanos de millones de mujeres, niñas, travestis y trans, es que lucho por la abolición del sistema prostituyente. El abolicionismo busca cambiar las condiciones materiales y culturales para que no se tenga que recurrir a la prostitución como única salida; es decir, busca asegurar la calidad de vida de todas las mujeres, travestis y trans eliminando también los roles patriarcales que nos enseñan a ser sexualmente sumisas y entregadas a los hombres, y la idea del sexo como un derecho masculino. No ataca a las personas en situación de prostitución sino a los prostituyentes (tanto proxenetas como los mal llamados clientes), ni lo hace por una cuestión moral. El abolicionismo en el que luchamos debería ser anti represivo, no biologicista, y con todas las personas en situación de prostitución adentro. Esta bandera de lucha también ha sido alzada por nuestras compañeras y referentes Lohana Berkins y Diana Sacayán, estableciéndola como espacio de lucha para las travestis y visibilizando las particularidades que afectan al colectivo travesti trans para construir políticas públicas que reviertan estas vulnerabilidades, ubicando al Estado como uno de los pilares del sistema prostituyente. Es por eso que uno de los grandes logros de Diana Sacayán ha sido la sanción de la Ley N° 14.783 de cupo laboral travesti trans, que lleva su nombre, y que aún sigue sin ser reglamentada.

Desde lo personal he salido hace unos años de las redes de prostitución y creo que la concientización, gracias al trabajo de referentes travestis como Lohana y Diana, me ha permitido desnaturalizar y deconstruir ese rol que creía como único posible. De este modo he logrado terminar mis estudios secundarios, ocupar otros espacios como la coordinación de un centro de día para travestis y trans, y tener mi propio programa radial desde donde puedo dar visibilidad a las problemáticas que atraviesa nuestro colectivo y convocar a mis compañeras para organizarnos y construir nuevos caminos posibles.

(*) Es activista travesti, abolicionista, sobreviviente del sistema prostituyente, feminista y militante del Partido Comunista. Nació en 1980. Vivió toda su vida en La Matanza. Es maquilladora y fotógrafa profesional. Diplomada en Géneros, Políticas y Participación en la UNGS. Forma parte de Furia Trava Noticias, una plataforma de información relacionada con la comunidad travesti. Coordina el centro de día para travestis La Casa de Lohana y Diana en González Catán. Conduce el programa de radio Furia Trava Noticias por Radio Presente. La Roy, revolución de una trava es su primer libro autobiográfico.

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